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Joaquín Rábago

Falta de explicaciones

En Alemania es un estereotipo hablar del "stolzer Spanier" -el español orgulloso-, y me imagino que ésa es, para ser benévolos, la impresión que don Mariano Rajoy debe haber dejado entre sus colegas europeos.

Cuentan los cronistas, citando fuentes comunitarias que en la cena que siguió a la cumbre europea del jueves, la canciller alemana invitó a Rajoy a explicar las crisis catalana y hablar de los pasos que planea su Gobierno.

Y añaden que nuestro caballero de la mano en el pecho declinó la invitación pese a que quien le invitaba a hacerlo no sólo era una correligionaria sino alguien que le había manifestado su apoyo expreso frente a los independentistas catalanes.

Tal vez pensaba el presidente Rajoy que sólo mentar el tema ante otros líderes europeos significaba internacionalizar un asunto donde otros no deben meter sus narices porque es algo que sólo atañe a España.

Pero ése es precisamente el problema de nuestro Gobierno: la alarmante falta de explicaciones fuera para contrarrestar el "relato", ciertamente falso y manipulador, que de la causa catalana han hecho los independentistas.

El pasado viernes, por ejemplo, el influyente diario conservador alemán "Frankfurter Allgemeine Zeitung" publicaba en sus páginas de opinión una tribuna de la presidenta del Parlamento catalán bajo el título de "¡Europa no puede seguir mirando para otro lado!"

El artículo comenzaba así: "Somos catalanes, somos europeos y creemos en Europa. Cataluña siempre ha defendido los valores que constituyen los pilares del proyecto europeo como la paz, la libertad y la justicia".

Y añadía que "buena parte de la sociedad catalana se preguntan hoy por cuánto tiempo pueden seguir haciendo la vista gorda las instituciones europeas ante la clara violación de los derechos fundamentales en uno de sus Estados miembros".

El Gobierno catalán y las organizaciones de la sociedad civil que impulsan el alocado proceso independentista no han perdido ni una ocasión de hacer oír su causa en contraste con la pasividad, por no decir abulia, mostrada hasta el último momento por el Gobierno de Mariano Rajoy.

Uno se imagina que la diplomacia sigue siempre instrucciones del Gobierno, y si hasta ahora todavía muchos ciudadanos europeos siguen creyendo la leyenda de la heroicidad de un pequeño pueblo amante de su libertad frente a un Estado centralista y opresor, es porque Madrid no hizo a su debido tiempo sus deberes.

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