La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fernando Monreal

Fernando Monreal

Doctor en Medicina y Cirugía

Contra la desmembración de España

La actualidad de un discurso de Emilio Castelar en 1873

"Yo quiero ser español y sólo español; yo quiero hablar el idioma de Cervantes; quiero recitar los versos de Calderón; quiero teñir mi fantasía en los matices que llevan disueltos en sus paletas Murillo y Velázquez; quiero considerar como mis pergaminos de nobleza nacional la historia de Viriato y la del Cid; quiero llevar en el escudo de mi Patria las naves de los catalanes que conquistaron a Oriente y las naves de los andaluces que descubrieron el Occidente; quiero saber de toda esta tierra que aún me parece estrecha, sí; de toda esta tierra tendida entre los riscos de los montes Pirineos y las olas del gaditano mar; de toda esta tierra ungida, santificada por las lágrimas que le costara a mi madre mi existencia; de toda esta tierra redimida, rescatada del extranjero y de sus codicias por el heroísmo y el martirio de nuestros inmortales abuelos.

Y tenedlo entendido de ahora para siempre: yo amo con exaltación a mi Patria, y antes que a la libertad, antes que a la república, antes que a la democracia, pertenezco a mi idolatrada España.

Y me opondré siempre, con todas mis fuerzas, a la más pequeña, a la más mínima desmembración de este suelo, que íntegro recibimos de las generaciones pasadas, que íntegro debemos legar a las generaciones venideras y que íntegro debemos organizar. Y vuestro movimiento es una amenaza insensata a la integridad de la Patria y al porvenir de la libertad".

Es evidente que estas palabras no salen de mi boca, aunque las comparta; ni de mi pluma, que ya lo quisiera yo con enorme anhelo. Salieron de una mente lúcida y preclara como de la de don Emilio Castelar, uno de los mejores oradores que han pasado por nuestro Congreso de los Diputados (de los que ya no quedan, por desgracia), y uno de los hijos más descollantes de Cádiz. Allí, en el Congreso, en julio de 1873 fue donde pronunció este fragmento del discurso al que tituló "Contra la desmembración de España".

Sinceramente, querido lector, creo que sigue siendo de total actualidad, y por eso lo traigo aquí.

Que los mal llamados nacionalistas, y sí separatistas del resto de España, quieran desmembrarse de la unidad estatal es una afrenta contra los que respetamos nuestra común Historia; contra quienes respetamos y veneramos la sangre derramada por nuestros antepasados para que España fuera una e indivisible. Porque cuando un español dice "nosotros" incluye radicalmente a Cataluña.

Los políticos independentistas de Cataluña y el País Vasco dicen que tienen derecho a decidir; sí, y también el resto de los españoles tenemos derecho a decidir si queremos que nuestra patria se desmembre, ¿no le parece?

Julián Marías, en su libro "Consideración de Cataluña", dice que los catalanes se vuelven una y otra vez sobre su historia; sobre cómo ha acontecido. Y es cierto, la historia de España se ha escrito desde la perspectiva castellana. Castilla fue durante la Edad Media mucho mayor, más extensa y poblada que Aragón; fue la que tomó sobre sí el peso de la Reconquista, mientras Aragón y Cataluña se orientaban hacia el Mediterráneo. Y no olvidemos que Cataluña solo era un condado, que gracias a un matrimonio (Petronila con Ramón Berenguer IV) concertado se incorporó al reino de Aragón en el siglo XI.

Ahora bien, Cataluña no ha sido nunca una nación -como no lo fueron Atenas, o Roma, o el Califato de Córdoba o Venecia. En la Península Ibérica no ha habido más nación que España y, desde cierta fecha, Portugal.

El catalán siente en alguna medida -no nos engañemos ni lo ocultemos- a España como "ajena". ¿Por qué? Sobre todo, porque cree que España, al no comprender la lengua regional, la relega a no sé qué "tinieblas exteriores". Y esto lleva a muchos catalanes a trazar una divisoria y pensar que si el catalán es "sólo suyo", el español es "sólo de Castilla"; a renunciar a la mayor parte de su patrimonio histórico.

La tentación general española frente a la insistencia catalana en lo diferencial es la negación de la personalidad catalana. Cuando se llega a este punto, la mala inteligencia no puede sino crecer como bola de nieve. Para "reconquistar la españolía" de Cataluña se olvida su personalidad, se la disminuye, se la regatea. No cabe absurdo mayor.

¿Deberemos ser comprensivos los demás españoles y resignarnos a que los catalanes sean "menos españoles" que los demás, o a que no sean españoles, como algunos dicen?

Los catalanes son tan españoles como los demás; pero son españoles a su manera, y esta manera consiste en serlo desde Cataluña, desde dentro de su casa. ¿Por qué no reconocerlo y ser respetuosos con la realidad?

Urge iniciar la conquista de España por todos los españoles; la toma de posesión de su realidad física y social, de su pasado entero, de su futuro, que sólo entonces será su porvenir.

Querido lector: la tristeza me embarga cuando conozco a personas que viven en Cataluña y tienen miedo a identificarse; cuando me entero de que se enseña a los niños a odiar; cuando compruebo que se fractura todo un pueblo a base de mentiras y engaños; cuando veo que las fuerzas del orden público son acorraladas bajo la orden de no hacer nada; cuando cuatrocientos sacerdotes católicos apoyan la independencia, ofrecen las iglesias como colegios electorales y escriben al Papa para que apoye este acto de sedición; o cuando siento que todo lo que era sólido se tambalea bajo nuestros pies, pero nuestra única certeza es que continuamos envejeciendo pagando impuestos, sin saber muy bien para qué ni a qué bolsillo van dirigidos.

Yo estoy deseando ver amanecer el día en que las regiones españolas se lancen unas sobre otras para conocerse, admirarse, complacerse en su variedad y diferencias, lo mismo que el hombre y la mujer sienten el entusiasmo de ser distintos, tanto que no pueden separarse.

El entusiasmo catalán por Cataluña me parece una fuerza formidable. Solo quisiera que no fuera nunca narcisista, que no fuera negativo, que fuera siempre magnánimo. Yo aspiraría a promover en todas las regiones españolas, cada una a su manera, algo análogo en fuerza, en tenacidad, en dedicación.

El día que España cuente con sus regiones bien perfiladas, unidas, sin aldeanismos, sin dar facilidades al eterno troglodita que yace agazapado en nuestra tierra, al acecho de cualquier oportunidad, ese día todo será posible en España.

El español no está dispuesto a renunciar a Cataluña, a despedirse con indiferencia de lo que siente como su propia carne, porque al español le importa Cataluña, quiere su perfección, su plenitud. Y es menester y deseo, que Cataluña y el resto de España vayan unidas, de la mano, con el fin de abarcar un futuro mejor; un futuro lleno de proyectos, ilusiones y esperanzas. En definitiva: yo confío en el pueblo español.

Compartir el artículo

stats