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Franco Torre

Vencer la cobardía

Mourad, un constructor de mediana edad reacio a pagar sobornos y que afronta el ocaso de su segundo matrimonio, aguarda en una calle de los suburbios a que le recojan. Es de noche, ha pinchado. En algún lugar cercano, dos jóvenes hablan. Se acerca, quizás pensando en pedirles ayuda, y presencia una brutal agresión. Su reacción es instintiva: se esconde.

"Until the Birds Return" ("En attendant les hirondelles") reúne tres historias encadenadas, ambientadas en la Argelia actual, y marcadas por los actos de cobardía, pequeños o grandes, íntimos o notorios, de sus personajes. Tres relatos que de forma transversal, atravesando clases sociales y barreras generacionales, ofrecen un delicado retrato del país.

Adoptando la forma de un "road movie" en tres etapas, la película de Karim Moussaoui logra un equilibrio difícil de alcanzar en este tipo de filmes con historias encadenadas. Lo logra gracias a una coherente puesta en escena que brilla en ese magnífico contraste entre la ciudad en construcción de la primera parte, la vigorosa naturaleza que enmarca el hermoso segundo relato, y ese suburbio en ruinas del alentador tramo final.

El cineasta argelino demuestra maneras. Modélico en la planificación, sus movimientos de cámara son fluidos y elegantes. El uso del sonido y la música es siempre efectivo, y por momentos brillante. Pero sobre todo, Karim Moussaoui se revela como un cineasta atrevido, valiente, que no duda en introducir un número musical en medio de una escena de especial intensidad. Un recurso audaz, a medio camino entre Kusturica, Léos Carax o esa materialización de los deseos a través de la música y el baile tan propio del cine de Bollywood, como concluía el añorado Alberto Elena.

Traumas pasados, presentes y futuros se cruzan en las carreteras argelinas, en las historias de una película que, sin poner el foco en lo político, sin asumir la comodidad de un cine militante que le habría facilitado el acceso al mercado occidental, no esquiva alusiones directas a la corrupción, al choque tectónico entre religión y modernidad, y a la herida, aún abierta, de los conflictos bélicos que han azotado al país en el último cuarto de siglo.

Un retrato profundo que, sin embargo, contiene al final una brizna de esperanza.

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