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Juego de tronos en la televisión a la carta

Disney devora la 21st Century Fox, una parte del imperio audiovisual de Murdoch, por 44.255 millones de euros y AT&T intenta hacerse con Time Warner

El mundo audiovisual estadounidense vive episodios electrizantes. Y de final imprevisible. La televisión a la carta podría sufrir importantes reescrituras a medio plazo cuando se sintonicen con claridad algunos planes empresariales en la gigantesca pantalla de los medios de comunicación. Ya es una realidad el que saltó ayer a la palestra de forma espectacular: Walt Disney adquirió distintos activos del consorcio 21st Century Fox, liderado por Rupert Murdoch, valorados en unos 44.255 millones de euros. Disney se queda con los estudios de cine y televisión de la Fox y otras partes de su negocio internacional de cable y televisión. Además, asume una deuda de la Fox de 13.700 millones de dólares, lo que eleva la operación a unos 66.100 millones.

Es decir: el imperio Disney hincha de forma extraordinaria su ya abultado poder en los contenidos audiovisuales, quedándose la Fox solo con Fox News y Fox Business como joyas influyentes de su corona. El negocio que controlará Disney también se queda con la compañía de cine 20th Century Fox, que ha producido taquillazos como "Avatar" y "X-Men".

Los responsables de Fox parecen convencidos de que no es posible competir con rivales como Netflix, cuyas inversiones en producciones originales deja en evidencia a otros competidores en el sector como Amazon o Apple. Y, al igual que ocurre en otros campos, como la prensa digital, los analistas dudan de que haya tarta suficiente para todos y no hay seguridad de que unas inversiones potentes den resultados óptimos cuando ya hay un jugador que está apostando tanto y tan fuerte sin que, de momento, patine en el parqué de Wall Street. De ahí su paso atrás, dejando que sean otros los que arriesguen. Y a Disney le interesa tener un vínculo directo con los consumidores, lo que saldría reforzado al aumentar la participación en el servicio de transmisión de Hulu y comprar una parte importante de Sky, un servicio de televisión de pago con 22,5 millones de clientes en cinco países europeos. Además, pretende poner en marcha dos servicios de televisión por suscripción en Estados Unidos. Y ahí la inmensa despensa de Fox sería clave para poder alimentar tantas bocas de exhibición en un mundo que, cada vez más, se aleja de la televisión convencional y está lleno de comensales que quieren elegir dónde, cómo y cuándo les sirven lo que cocinan sus platós favoritos.

La apuesta es estratosférica y deja bien claro por dónde van las estrategias de los colosos en esa batalla, en la que unos avanzan, otros retroceden y algunos buscan cobijo para verlas venir. El presidente de Disney, Robert Iger, dijo ayer que con esta adquisición cumple "la creciente demanda de los consumidores por una rica diversidad de experiencias de espectáculos".

Pero no todo el mundo tiene tan claras las ventajas de este juego de tronos televisivo. De ahí las dificultades que atraviesa otro movimiento de ajedrez financiero que también tendría consecuencias notables en el mapa televisivo y cinematográfico: los reguladores antimonopolio han frenado el acuerdo para que AT&T compre Time Warner por 72.536 millones de euros, al menos hasta el 19 de marzo, cuando se celebre el juicio por la demanda del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Si saliera adelante, el paisaje de los medios sufriría un auténtico terremoto al unirse un titán de las telecomunicaciones con el propietario de CNN, Warner Brothers, TNT, TBS y HBO. AT&T, que posee DirecTV, es el distribuidor de televisión de pago más poderoso. Si además se convirtiera en dueño de las películas y los programas de televisión, las consecuencias sobre consumidores y competidores serían imprevisibles, y probablemente perjudiciales, pues, según la demanda, habría facturas de televisión más altas y menos opciones de entretenimiento variadas y, sobre todo, innovadoras. Las pantallas, pues, están en todo lo alto.

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