El inicio de la era Pipo Baraja ha confirmado que los jugadores del Sporting están de sobra capacitados para mover el balón al primer toque, meter la pierna cuando corresponde y no perder el sitio en cada movimiento. Tres evidencias que habían dejado de serlo en los últimos partidos del bueno de Paco Herrera, nunca sabremos por qué, y que han devuelto de golpe la ilusión a una afición que cada año pide menos y da más. La plantilla alcanza el nivel para el objetivo fijado al principio de temporada, por si había dudas. Parece que sólo hacía falta un entrenador que no desanimara al personal dando pésames en las ruedas de prensa.
Porque el buen partido frente al Tenerife, con algunos de los mejores minutos rojiblancos de la campaña, responde ante todo a un cambio de actitud, de descompresión mental tras mes y medio de rumbo a ninguna parte. Una liberación colectiva que propició la aparición del mejor Carmona, gustándose a sí mismo sin caer en el histrionismo; la reválida por adelantado de Nacho Méndez, cargando con una responsabilidad que excede con mucho a su experiencia; y la renovada ambición de los dos puntas titulares, Santos y Scepovic, con una seguridad perdida en los estertores del "herrerismo". Todo salió a pedir de boca porque nada se salió del guión. Lo previsible le viene bien a este equipo.
Pero, tras el chute de euforia, ahora toca demostrar que la recuperada mentalidad ganadora no respondió solamente al cambio en el banquillo sino a argumentos futbolísticos consistentes. Ha llegado el momento de acallar a quienes denuncian desde hace tiempo una plantilla de aluvión y descompensada. Y Granada se presenta hoy como una dura prueba de fuego. En Los Cármenes empezaremos a vislumbrar si el "piponazo" del domingo tiene visos de convertirse en "piponismo" o fue solo la flor de una fresca tarde de otoño.
