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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Sólo un profesor

Asturias ha perdido a uno de sus hijos más ilustres, a uno de esos hombres que tan de tanto en tanto dignifican con su presencia, su calidad humana y su obra a la tierra que les vio nacer. Aurelio Menéndez, nonagenario, dejó de existir ayer, a media mañana, en un hospital de Madrid. Lo fue casi todo y lo fue con serena discreción: doctor en Derecho, catedrático de Mercantil, decano, ministro de Educación y Ciencia, profesor y mentor del Rey, magistrado del Tribunal Constitucional, premio "Príncipe de Asturias" de Ciencias Sociales... Ni las frecuentes condecoraciones ni los honoris causa recibidos revocaron su proverbial prudencia y mesura. Fue un gran jurista, pero sobre todo un profesor imponente que guió su andadura en el saber y la experiencia, la honestidad, el ánimo de servir a la justicia y el sentido común.

Jamás hizo ostentación del marquesado este marqués de Ibias, concejo del suroccidente asturiano al que le unía el vínculo umbilical de la enseñanza. Madrileño también de adopción, más sportinguista que merengue, en la capital dio nombre con Rodrigo Uría a uno de los despachos de abogados más prestigiosos del país. Su apellido, sin embargo, estará permanentemente unido al Gijón natal y al de su adolescencia en el Instituto Jovellanos, donde un galardón que premia el esfuerzo de los alumnos y favorece la excelencia lleva su nombre y el de su mujer, Mercedes García Quintana, cuya pérdida en 2007 tan duro golpe le supuso.

La única vez que tuve el privilegio de hablar con él, al hacerle memoria de su extensa nómina de distinciones, abrumado, sólo acertó a decir: "Muchas gracias, pero sólo he sido un profesor". De los mejores.

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