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Las oposiciones del Santo Job

La dificultad de conseguir empleo público en regiones que obligan a examinarse en su idioma

Ha dicho Iceta que no se consentirá que los niños sean divididos por razón de lengua. Vaya. Es buena noticia que la infancia siga siendo una edad feliz. Los niños, que disfruten. Eso sí, cuando dejen de ser niños y se transformen en opositores, que se preparen. Ahí queda sin efecto la intención del lider del PSC y se acabó la buena vida. Entramos en la madurez. Si se te ocurre preparar una oposición en la España contemporánea resulta que aquello de que la lengua era un instrumento de unión queda un poco en suspenso. Yendo muy a lo concreto, hay un puñado de territorios en los que los jóvenes opositores asturianos ni se plantean presentarse porque simplemente no pueden. La barrera infantil de la que habla Iceta cambió de nivel. Vale, pues renunciamos a esos territorios porque España es eso, una habilísima combinación de singularidades y pluralidades y estamos inmersos en manejar esa creciente riqueza. Eso dirán los opositores con encomiable resolución y fortaleza de ánimo. Vale, renunciamos a eso y nos buscamos la vida en tierras monolingües. No hablas todas las lenguas oficiales del reino pero eso sí, allí donde compitas, si sacas buena nota te darán plaza. ¿Verdad que sí? El Estado se preocupa de saber premiar, faltaría más, la excelencia de sus ciudadanos (no todo va a ser castigarnos con noches de los Goya, el Estado nos cuida). O sea, que si sacas un nueve será un nueve. Si sacas un nueve, el nueve no se convertirá en un tres según cómo decidan los capos del taifas de turno valorar otros méritos. No, no. Si alguien hace un examen peor que tú, vas tú delante. Claro, sería muy cutre que sacaras un nueve y te tuvieras que poner a la cola. Eso en los paises serios no pasa y aquí, en cuestión de seriedad, todo va bien. ¿A que sí? Si resultara ser cierto que puedes sacar un nueve y ponerte a la cola porque según las baremaciones que todo lo ven el nueve se convierte en tres, sería un escándalo ¿verdad? El Estado armoniza sin descanso pluralidades y singularidades y no consiente mamoneos. O sea, que una oposición es un examen en el que la peña acredita su competencia y no una mili en la que cuentan por acumulación los galones de la veteranía. Una oposición es un examen en el que el Estado vigila que quien sabe algo muy bien tenga lo que se merece, y no una edición electrónica del libro del santo Job. ¿Es el caso, no es cierto? Y Sánchez, que nunca quiso opositar a nada (¿para cuándo un estudio riguroso de la relación entre cargos políticos y solvencia intelectual?) dice que un partido próximo a sus militantes estará próximo a sus votantes. Cuánto esfuerzo de deducción, con lo rápido y lo práctico que es rajar por whatsapp- sin que trascienda. Verdaderamente, vivimos en Jauja.

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