Partiendo del hecho cierto de que habría que erradicar absolutamente los comportamientos "ultras" del fútbol y sus alrededores y actuar con contundencia contra quienes defienden y practican, en los estadios y sus aledaños, actitudes violentas, cabe aplaudir la decisión del magistrado Lino Rubio, titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Gijón, que acaba de imponer medidas ejemplarizantes a tres hinchas radicales del Sporting, juzgados el jueves por agredir a dos agentes de Policía.
Los "ultras", uno de ellos una chica, no ingresarán en prisión, pero deberán asumir las condiciones impuestas por el juez en ejecución de sentencia. Entre ellas, no acudir a El Molinón, ni siquiera acercarse; no tener relación con ninguna peña de seguidores del club -menos aún con la más violenta-, y alejarse de cualquier tumulto o altercado, pues bastaría con que fueran identificados por la Policía para que tuvieran que cumplir la condena impuesta y en suspenso.
Lo más doloroso para un hincha de semejante calaña es, sin duda, la prohibición de acudir al estadio donde juega el club de sus -con frecuencia a veces mal entendidos- amores, pues hay amores que matan, como lamentablemente ha ocurrido en ciertas ocasiones, no en Gijón, pero sí en otras ciudades, de infausto recuerdo.
La afición del Sporting ya es lo suficientemente ruidosa y comprometida con sus colores como para necesitar del aliento de ciertos radicales que, con su actitud y sus malas maneras, no hacen más que empañar la señorial enseña del club. De ahí la plausible decisión del juez Rubio, que tiene tanto de firmeza como de capacidad reeducativa.
