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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Lucía y otros estudiantes

Debajo de la apariencia glamurosa que envuelve en medias negras de seda y lencería de encaje se esconde una chica de 25 años de cuerpo menudo y voz aniñada, de ojos verdes y apariencia frágil. Lucía Fernández, la joven gijonesa estudiante de Derecho que esta semana convirtió su historia en viral al anunciar, en una conferencia en su Facultad, que se dedicaba a la prostitución y al cine porno, no se diferencia mucho de otras chicas de su edad: exhibe cinco tatuajes y practicó gimnasia rítmica en su infancia. Para sacarse unos euros trabajó de camarera y promocionando sistemas de purificación ambiental en centros comerciales. Y se reconoce "borde con los desconocidos", que en relación con su trabajo seguramente sean legión. Los desconocidos bordes.

Hay quien se rasga las vestiduras porque Lucía ha convertido, por decisión propia, su cuerpo en un negocio muy solvente. Es una decisión libre que se puede compartir o no, pero que es preciso respetar. Somos sepulcros blanqueados, por el contrario, si no levantamos la voz contra la explotación sexual de millones de mujeres que son obligadas a prostituirse, que se han convertido, a golpe de tragar saliva, en el negocio de otros.

Por otro lado, las facultades españolas están llenas de universitarios de ambos sexos que estudian y trabajan. O que trabajan para pagarse los estudios. Gente que saca tiempo de donde no lo hay y que merece el reconocimiento de una sociedad en la que abundan los especímenes que no valoran el sacrificio y el esfuerzo porque todo se lo encontraron hecho. A estos otros chicos y chicas que apenas duermen habría que dedicarles también un abigarrado ciclo de conferencias. O un máster.

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