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Educación, ante el fin de curso | Análisis

Eduardo García

La recta final comienza ahora

La gestión educativa no tiene fin de etapa. El verano ofrece una pausa, la posibilidad de rearmarse ante el futuro nuevo curso, pero es un descanso pensado para los escolares, y no para todos, y para los profesores que no tengan que examinarse. Este año, el fin de las clases es solo la antesala de una convocatoria de empleo público que pone en danza a miles de candidatos. Como ejemplo, solo las seis grandes materias (Lengua, Matemáticas, Inglés, Geografía e Historia, Física y Química y Biología y Geología) agrupan a un total de 2.809 candidatos, muchos de ellos profesores en régimen de interinidad.

El actual equipo de gobierno de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte afronta el último año de esa gestión que, en el área que le toca, resulta inevitablemente problemática.

Comienza la cuenta atrás, con algunos asuntos pendientes. Uno de ellos es la elección y el consenso en torno al nuevo modelo del primer ciclo de Educación Infantil. Otro, avanzar en el nuevo mapa educativo de la región. Un tercer objetivo tiene que ver con la concreción -en términos de ladrillo, que es lo que interesa a las familias- de los proyectos de institutos en La Corredoria y La Florida (Oviedo), y en La Fresneda (Siero). La idea de que el actual consejero Genaro Alonso tenga oportunidad de cortar las cintas inaugurales se vuelve imposible. Cuestión de plazos, pero no solo.

Asturias vive unos presupuestos educativos y culturales prorrogados porque sus señorías no tuvieron a bien llegar a un acuerdo en un sector de gasto e inversión tan importante como éste. El proyecto de cuentas era moderadamente generoso, unos 808 millones de euros y una subida del 18% en relación con los presupuestos del ejercicio de 2017. Todo se quedó en nada. O, mejor, en los 782 millones que marca la prórroga, el "castigo" del desacuerdo político que, por cierto, no afecta a los sueldos de los diputados regionales ni a los de los consejeros que componen el "consejo de ministros" asturiano.

El curso escolar 2017-18 está a punto de finalizar y lo hace dentro de unos parámetros de normalidad pero sin que los sindicatos docentes hayan logrado revertir las medidas de control de gasto que llegaron en 2012 de la mano del Ministerio de Educación. A la LOMCE se la respeta en Asturias, y se trata de una frase que los lectores de este periódico pudieron leer en estas mismas páginas hace justamente un año.

Las reivindicaciones públicas en busca del retorno a los horarios lectivos de antes de la crisis han sido, por decirlo de forma suave, demasiado tibias por parte de un colectivo que se moviliza con mucha dificultad y que en buena medida se dejó sentir no tanto en la calle, juntos, como a las puertas de colegios e institutos.

Vale esta afirmación de tibieza para los docentes de la red pública y para los de la enseñanza concertada. Este curso fue el primero después de la renovación a la baja de los conciertos educativos. Lo que desde el Gobierno regional se interpreta como una respuesta lógica a la falta de expectativas de matrícula, desde la oposición a la derecha del PSOE se traduce como una persecución ideológica a la enseñanza privada.

Del día a día de trabajo de los profesores asturianos hizo caballo de batalla el PP. Una frase resume el argumento: "Los docentes en Asturias tienen las peores condiciones laborales de toda España".

Con el paso del tiempo los problemas no crecen pero se agudizan, y en la educación asturiana hay asignaturas pendientes que echaron raíces. Este de los profesores, de Infantil a la FP, es un colectivo que en su mayoría suspira por "escapar" del sistema al alcanzar los 60 años. Algo no funciona, es la conclusión a la que llega el que se pare a analizar esa carrera colectiva por alejarse a toda prisa de las aulas, incomprensible si se observa desde ámbitos laborales más penosos que el de la educación. Hay muchos, conviene no olvidarlo.

En este curso se ha evaluado el programa bilingüe -con resultados positivos, en general-, se sigue a la espera de que Madrid acepte la especialidad docente del Asturiano (un año más, abocados a la interinidad) y se llevó sin sobresaltos la experiencia piloto de la llingua vehicular en media docena de colegios de Primaria.

Fue un curso en el que se celebraron las pruebas PISA para alumnos de 15 años, y cuyos resultados se conocerán en 2019. El segundo curso de la EBAU, con temario "extra" de Historia; un curso con calendario escolar convencional, como va a ser el próximo, porque los escasos niveles de conciliación laboral y familiar no dan para más en este país.

Fue también el curso del IV programa de la FP Dual, esa modalidad que suena bien pero que se mueve lenta. La clásica reclamación empresarial de gente joven para enseñarles y, a ser posible, contratarles, no se corresponde en toda su intensidad con la iniciativa real, más modesta, de los sectores productivos, auténticas aulas de aprendizaje. Hay en Asturias más de 15.000 alumnos de la FP (la de toda la vida), pero el IV Programa de la Dual nació con expectativas de poner en circulación laboral a unos cuatrocientos alumnos. Arrancó con poco más de trescientos.

En mayo de 2019 habrá elecciones autonómicas. Quedan por tanto once meses de gestión, un plazo que comienza a apretar. Es el inicio de ese tramo final a partir del cual los políticos gestores se empiezan a preguntar por qué razones, buenas o malas, serán recordados.

En todo caso, para la mayoría de los grandes protagonistas de la educación asturiana, los alumnos, el asunto hoy es más prosaico aunque no por ello menos importante: a ver qué notas saco.

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