Dio bastante de sí el fin de semana dedicado a conmemorar el 40.º aniversario del descubrimiento de la cueva de Tito Bustillo. No fue exactamente el descubrimiento de la gruta, que los lugareños siempre supieron que existía, sino que fue la primera vez documentada en que alguien penetraba en su interior. Cuando lo hicieron por primera vez (el 19 de marzo de 1968, dentro de un programa de tres días que incluía otras cuevas del concejo), no encontraron pinturas, pero al ver que no había huella alguna en el suelo de arena decidieron volver en las siguientes vacaciones -eran todos estudiantes de instituto- para explorarla a fondo. Eso tuvo lugar el 11 de abril, Jueves Santo, tal como se relata en un capítulo de un libro mío («Ribadesella, villa y concejo») que recoge el relato de uno de los miembros del grupo, Jesús Manuel Fernández Malvárez.

En los actos del fin de semana hubo dos partes. En la del sábado, más informal, el protagonismo recayó en el grupo de descubridores, siete de los diez de 1968. En una sesión pública recordaron anécdotas de aquellos ya lejanos días. Contaron, por ejemplo, que el grupo nació de una organización de scouts que necesitaba federarse para conseguir la licencia y los seguros que les permitieran practicar la espeleología. Y el riosellano Adolfo Inda, que reside en Bilbao tras su regreso de Alemania, contó de primera mano la manera en que fue el primero en descubrir las pinturas mientras orinaba nada menos que en el Camarín de las Vulvas, una de las joyas de la corona de este yacimiento (con lo que, dicho sea de paso, quedaba claro definitivamente que fue él y ningún otro el verdadero descubridor de las pinturas, pues el Gran Panel no se encontró hasta un rato más tarde). También fue Inda el que dejó caer que habían sido unos «pardillos», dando a entender que nada habían obtenido con tan sensacional hallazgo. Efectivamente, nada les dieron ni como personas ni como grupo, ni tan siquiera una subvención para material (28.000 pesetas) como la que le concedió la Diputación al grupo espeleológico Gesa, que nada tuvo que ver con aquellos hechos. La anécdota más celebrada corrió a cargo de J. M. Fernández Malvárez, el otro riosellano del grupo Torreblanca, que contó que ante el revuelo de los descubrimientos las autoridades prohibieron la espeleología, así que él tenía detrás a una pareja de la Guardia Civil cada vez que ponía el pie en la calle. Un día se puso a andar y caminó un montón de kilómetros por el concejo con la pareja detrás, hasta que acabó tomando el tren de repente en la aldea de Cueves para volver a la villa, dejándola plantada allí con la lengua fuera. Al día siguiente le dijeron: «Cómo nos la jugaste ayer», a lo que respondió inocentemente: «¿Yo? Ya me parecía a mí que había muchos guardias por las aldeas».

La jornada dominical, en la que el protagonismo pasó a los políticos, comenzó con una visita a la cueva en compañía de los descubridores. Pudieron ver la famosa piedra pintada con lo que podría ser un mapa prehistórico de la desembocadura del Sella, como sostiene su descubridor, Fernández Malvárez, o un plano de la cueva, como plantea Alfonso Millara, aunque en ambos casos se trataría de uno de los documentos cartográficos más antiguos de la humanidad, algo que hasta la fecha negaban las autoridades académicas asturianas, tal vez debido a que la idea no salió de sus cabezas.

El resto del día dejó también la noticia de la nueva modalidad de visitas «vip» a la cueva para seis personas, que sospecho que es una forma encubierta de adelantar lo que preparan para un futuro próximo: cerrarla al público y dejarla sólo para usos científicos y visitas muy restringidas. Ribadesella siempre se ha opuesto a que se cierre la cueva, aunque no sería el primer gol que le meten a la villa en su cueva. Un error, como recordaba Inda, fue abrir el túnel de acceso lejos de la entrada original de Ardines, y otro, tremendo, quitarle el nombre original de Pozu del Ramu para ponerle el de Tito Bustillo, con todos los respetos por el bueno de Celestino, un descubridor fallecido en plena juventud. ¿Se imaginan quitarle el nombre a Altamira o Atapuerca?