El ecologismo ha muerto. Quedan, es verdad, unos pocos chiflados que dedican su tiempo y su dinero a la defensa de lo que creen justo. Pero el movimiento conservacionista, aquel que hace unos años era capaz de movilizar a millones de personas en todo el mundo contra la matanza de focas, los abrigos de visón o las centrales nucleares, ha dejado de existir. Buena parte de los dirigentes de aquellos movimientos ecologistas han sabido hallar acomodo a la sombra del poder. Y hoy visten trajes de raya diplomática y ganan miles de euros al mes por sentar sus culos en cómodos sillones. El individualismo acabó con el sueño de un Planeta azul y verde. Pero fue el desarrollo sostenible, esa gigantesca mentira a la que se han apuntado casi todos los chikilicuatres, el que mató al ecologismo. Descanse en paz.