Cuesta creer que haya individuos capaces de arrebatar la vida a un semejante. Cuesta también saber que los homicidas siguen libres y que podrían estar en la puerta de al lado, en el portal de enfrente. La comarca oriental ha vivido en los dos últimos meses dos asesinatos, dos actos viles e infames, imposibles de entender por las personas de bien. Dos homicidios ocurridos en un área de diez kilómetros, en una comarca en la que hacía muchos años que no ocurrían hechos semejantes. Estos sucesos generan rabia e indignación. Y, en ocasiones, recelo hacia ciertas minorías. Es conveniente recordar que los dos anteriores asesinatos ocurridos en el Oriente habían sido cometidos por vecinos de la zona. Y, también, que los únicos responsables de un asesinato son sus autores; no sus familiares, ni sus amigos, ni sus compatriotas, ni quienes comparten el tono de su piel. Por eso hay que mantener la calma. Exigir la resolución a las autoridades, sí. Pero dejando que los investigadores primero y la justicia después hagan su trabajo.