Villaverde (Amieva),

Lucas BLANCO

Es Navidad en el concejo de Amieva y con los primeros rayos del sol, que derriten el manto blanco dejado por la helada, se va abriendo paso el caluroso sonido del trotar de los caballos por los caminos de los pueblos del concejo. Viene acompañado por el cántico de villancicos que se convierten en la banda sonora ideal para las circunstancias, ofrecida por unos mozos que renuncian a muchas horas de sueño para cumplir, con su cita anual, con una de las costumbres de sus ancestros que ni siquiera el paso del tiempo ha hecho caer en el olvido.

Este menester no es otro que el de pedir el aguinaldo a los lomos de un caballo, una costumbre que durante tiempos inmemoriales ha sido inherente a las localidades más remotas del concejo. Tras más de cuarenta años de parón, un grupo de jóvenes se encarga desde hace casi una década de revivir algo que ya parecía abocado al olvido.

En esta ocasión fueron dieciséis los jóvenes solteros que desde las ocho de la mañana desafiaron a las temperaturas bajo cero para comenzar un agradecido recorrido en el que tanto los más pequeños como los mayores revelan en su mirada la ilusión por recibir a la comitiva equina. En el caso de los pequeños el motivo está muy claro, pues no hay mejor cosa que recibir un buen puñado de caramelos. En cuanto a los mayores, la recompensa es más sentimental que otra cosa, ya que presenciar el resurgir de esta sana tradición consigue recordarles sus tiempos mozos.

Es el caso de Bernardo Pendones, vecino del pueblo de Villaverde, que no oculta su satisfacción por ver que algo tan propio de su juventud aún pervive entre sus descendientes. «Yo era un habitual del aguinaldo y la verdad es que presta ver cómo uno de mis nietos sigue nuestros pasos», indica un Pendones que desde bien temprano aguarda la llegada de los jóvenes con el dinero y los dulces preparados.

Algo similar es lo que piensa otro habitante del pueblo, Andrés González, que guarda un especial recuerdo de las fiestas que se organizaban tras la recogida del aguinaldo. «La gente era bastante generosa y con lo que nos daban organizábamos un baile donde se podía cortejar, porque acudían varias mujeres», señala un González que, no obstante, recuerda que antes los mozos eran más numerosos y se recorrían más pueblos.

El objetivo de revivir todo esto es lo que movió a los jóvenes a tomar la iniciativa hace unos ocho años para que los que volvían al concejo a pasar las navidades disfrutasen de una jornada de confraternización. «Lo que buscamos es pasar un día en buena compañía y a la vez recaudar para pagar los caballos y una cena-baile que celebraremos el próximo día 5 de enero», comenta el mozo Javier Ordóñez, encargado de la recaudación.

A diferencia de otros aguinaldos, en éste no sólo participan únicamente los varones, sino que también pueden sumarse las mujeres, aunque este año tan solo una chica se animó a participar. «Llevo tres años viniendo como acompañante y me encanta porque lo pasamos muy bien», apunta la moza Isabel Rodríguez, nada preocupada por ser la única representante de su género.

Buena parte de la culpa de que los participantes estén encantados la tienen los vecinos, que no escatiman a la hora de dar billetes y atiborrar a ofrecimientos a unos jinetes que ven en estas aportaciones su mejor arma contra el frío. «Agradecemos mucho más los cafés calentitos, los dulces y la bebida que nos regalan», coinciden en señalar varios de los mozos que, año tras año, se encargan de recordar, a base de villancicos, a las gentes de la zona que la Navidad es para festejarla.