Los nefastos resultados de ocupación en la Semana Santa en el Oriente (a diferencia de los del resto de Asturias) son prueba palpable de que el modelo turístico que se eligió hace veinte años era inadecuado. Un error garrafal, como algunos advirtieron entonces. El modelo urbanístico basado en la construcción masiva de segundas residencias, el que domina en la zona costera de la comarca, trae consigo -siempre hay excepciones- un turismo de supermercado y «botellón», de bocata de mortadela, playa sobre playa y tiro porque me toca. Un turismo de segundo residente con hipoteca a cuestas que se ve obligado a ahorrar en el capítulo de ocio y restauración. El dinero (el de verdad, la pasta gansa) se lo llevan las promotoras y, sobre todo, los bancos, que prestan dinero al que compra la finca, al que promociona, al que construye, al que intermedia y al que adquiere. Las hipotecas se comen las nóminas. Y el consumo fenece. Además, este modelo de arrebato en agosto y cero absoluto en febrero es una ruina.