Cue (Llanes),

R. DÍAZ / E. G. CEA

Todos a una, los vecinos de Cue se han presentado al premio «Pueblo ejemplar» de Asturias 2012. Solos, sin ningún aval externo, pero haciendo «piña» y con toda la ilusión del mundo. Las credenciales, los argumentos y los méritos de la localidad, cuna del baile llanisco por antonomasia, el pericote, han quedado recogidos en un libro en el que se describen la historia de esta aldea urbana, la solidaridad de sus gentes, la belleza de sus playas y bufones y la unión vecinal en torno a sus fiestas y celebraciones.

La idea fue presentada y aprobada por unanimidad en una sesión celebrada en la Casa Concejo el 5 de febrero pasado. Los vecinos eligieron una junta encargada de exponer los méritos que Cue reúne como población y como sociedad. María del Carmen Noriega Santoveña, José de la Fuente Melijosa y Juan Antonio Galán Fernández constituyen la junta. Fueron quienes presentaron la candidatura, sin más respaldo que el de los vecinos y sin apoyo de institución pública o privada alguna.

Cue está situado en la rasa costera de Llanes, a dos kilómetros de la capital del concejo. Su origen se remonta al siglo XI o XII. Sus habitantes, denominados «coritos», tienen una marcada idiosincrasia y durante siglos se gobernaron por sus propias ordenanzas (una junta de ancianos mandaba en el pueblo). Ordenanzas que hacían de la tradición norma de ley y que destacaban por su afán solidario. Se conocen unas ordenanzas de 1774, pero eran una modificación de otras anteriores. Algunas de estas normas aún perduran en servicios y propiedades de la comunidad, como el suministro de agua, el alcantarillado, el alumbrado o el cementerio.

Cue mantiene intacta su singular estructura de aldea urbana y ha resistido el «boom» urbanístico e inmobiliario que ha engullido a muchos pueblos de la zona costera de Llanes. Abundan en la localidad las construcciones de piedra, con escaleras de sillería, reminiscencia de los afamados canteros locales, que llegaron a trabajar en la obra de El Escorial.

Su estructura urbana y su arquitectura denotan que Cue fue una gran aldea costera que no llegó a desarrollarse. Y hacen pensar que la agricultura y la ganadería, principal forma de vida en la comarca durante siglos, eran entre los coritos actividades secundarias, realizadas frecuentemente por personas mayores, mujeres y niños, mientras que los hombres se dedicaban a oficios que les ocupaban largas temporadas fuera del hogar, como la albañilería, la cantería o la pesca de la ballena.

Cue es asimismo tierra de emigrantes, fundamentalmente a México, donde sus hijos destacaron como comerciantes. El éxodo fue tal que durante cuarenta años del siglo pasado Cue no aportó ningún quinto al Ejército español: todos los varones buscaban entonces nuevos horizontes al otro lado del Atlántico, muchos de ellos desde niños.

La parroquia de Cue cuenta con cuatro playas -Toró, Portiellu, Antilles y Ballota- y dos bufones. Muestra de la unión, armonía y trabajo colectivo de los coritos son las tres fiestas locales organizadas por dos bandos que mantienen una sana rivalidad: el de la Fuente de Arriba y el de la Fuente de Abajo. El primero organiza la fiesta de San Fernando, el 30 de mayo. El de la Fuente de Abajo prepara la víspera de la Sacramental, el 23 de junio. Y los dos organizan unidos la fiesta de San Antonio, el 13 de junio. La Sacramental de San Juan (el 24 de junio) la celebran los dos bandos juntos, pero cada uno prepara su propio altar. En esta fiesta las principales calles del pueblo son engalanadas con alfombras de flores, hinojo, arena, grava y piedras policromadas. El resultado es espectacular, un estallido de color.

Otro de los grandes orgullos de los coritos es que el pueblo sea la cuna del pericote, un baile que desde hace más de siglo y medio cultiva y enseña la Escuela de Baile local, que se mantiene activa en la Casa Concejo. Todos los vecinos aprenden desde niños a bailar el pericote, que consideran un emblema del pueblo, algo suyo.

La parroquia, con 7 kilómetros cuadrados y 276 habitantes (superó en tiempos los 1.000), está situada en un privilegiado balcón que se alza sobre el mar Cantábrico, con acantilados que alcanzan hasta los 150 metros de altura en el paraje de Cantu Jariu. Al Sur, la sierra plana, hoy convertida en campo de golf, de propiedad comunal.