Celoriu (Llanes),

Emilio G. CEA

La localidad llanisca de Celoriu se tiñó ayer de luto como consecuencia del fallecimiento de Pilar Romano Artasanchez, su vecina más veterana. Romano alcanzó este año el siglo de vida. Era una persona muy querida y respetada en la localidad llanisca y la única superviviente hasta ayer de la histórica foto realizada en 1924, conocida como «la foto del catecismo». En la misma, aparecían ciento noventa personas inmortalizadas en la plaza de la iglesia. Se trata de la fotografía conservada que más gente de Celoriu ha reunido en toda la historia.

La histórica fotografía fue repetida el pasado cuatro de agosto de este año gracias a la iniciativa del responsable de la página web celoriu.com Guillermo Rodríguez, reuniéndose en esta segunda instantánea alrededor de ciento setenta celorianos. Pilar Romano -que tenía en el momento en que se hizo la histórica fotografía en los años veinte doce años- no pudo participar el pasado cuatro de agosto en la repetición de instantánea, que pretendia superar el récord de personas de la anterior, por problemas de salud. Su hijo Santiago Fernández sí que participó en el histórico momento.

Pilar Romano nació en el barrio celoriano de El Colláu el 13 de enero de 1912. En 1946, contando con 34 años, se trasladó a vivir a la localidad madrileña de Navalcarnero. La mujer era miembro de una familia que contaba con quince hermanos. Desde Navalcarnero, Pilar Romano y su marido Manuel Fernández se trasladaron a la capital de España en 1962. Allí, en compañía de sus hijos y esposo, jamás abandonó su gran anhelo: volver a Celoriu, la tierra que tanto quería, donde nació y donde según sus propias palabras había pasado los mejores años de su vida.

Este deseo de volver a Celoriu, Pilar Romano se lo inculcó a su hijo Santiago Fernández y a su nuera Alejandra Tomás. El sueño de volver a su amada tierra se tornó en realidad. Su hijo se marcó una meta que cumplió: construir en Celoriu una casa antes de cumplir cuarenta años. Con casa en la localidad, los viajes de Pilar Romano en compañía de su hijo y de su nuera -con los cuales siempre ha vivido- comenzaron a repetirse con asiduidad. Ella era feliz en su pueblo.

La jubilación del hijo trajo como consecuencia una de las mayores alegrías en la vida de Pilar Romano. Las visitas a la localidad llanisca, que se habían convertido en constantes a los largo de varios periodos del año, pasaron en ese momento a ser historia, pues Pilar Romano se quedó a vivir en Celoriu.

Una persona muy activa, disfrutó como nunca de su jubilación dorada en la tierra que la vio nacer. Una fractura de cadera la postró en una silla de ruedas como consecuencia de un accidente. Hasta ese momento Pilar Romano no faltaba a su cita diaria con las calles de Celoriu. Sus paseos se convirtieron en una tradición que no perdió hasta que la fractura de la cadera se lo impidió. Hasta dos veces al día recorría Celoriu.

No se cansaba de disfrutar del pueblo del que nunca quiso despegarse. Su rutina estaba tan arraigada que ni siquiera la incesante lluvia o el intenso calor veraniego detenía a Pilar Romano de repetir día tras día esta costumbre. Los largos paseos y un baso de vino en la comida principal fueron parte del secreto de su longevidad, tal como relataba en un reportaje publicado en LA NUEVA ESPAÑA el pasado 21 de marzo.

Ayer fueron muchas las personas que se acercaron al tanatorio de Llanes para mostrar sus condolencias a su familia. Deja dos hijos, Santiago y María Pilar Fernández Romano, seis nietos y nueve bisnietos. El funeral se celebrará hoy en la iglesia de San Salvador de Celoriu a las seis de la tarde. Posteriormente recibirá sepultura en el cementerio de la localidad llanisca.