José Manuel Cosme Menéndez García, el famosísimo Cosmín, considerado durante años por sus noventa centímetros de altura el hombre más pequeño de España, tuvo que ir a tallarse para el servicio militar, como todo hijo de vecino. Era el año 1961 y el encargado de tomar medidas le preguntó, seguramente con sorna: «¿usted tiene algo que alegar?». Y el liliputiense Cosmín, genio y figura, le contestó con las mismas: «¿Yo?... Que soy estrecho de pecho». Así lo ha contado el escritor y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA Higinio del Río, director de la Casa de Cultura de Llanes y una de las personas que mejor conoció a su vecino Cosmín, hombre que mostraba en ocasiones un gran corazón, pero que en otras era capaz de convertirse en un auténtico crápula, en un vividor, falleció el jueves y se enterró ayer.

El pequeño llanisco había nacido en noviembre de 1939, en el populoso barrio de Cuetu Altu, en la villa llanisca. Fue el hijo primogénito en una familia de seis hermanos. Desde el primer momento destacó por dos cosas: su escasa estatura y su agilidad mental. Su abuelastro, Regino Muñiz Cotera, trabajaba en dos negocios: una panadería y una funeraria, así que Cosmín se pasó buena parte de la infancia entre panes y cajas de muerto. Precisamente meterse en estas últimas era, dicen, una de las aficiones preferidas de aquel niño travieso e inquieto, atrapado en un cuerpo raquítico. Cosmín se acercó siendo niño a la religión y durante un tiempo pretendió ser cura. No duró mucho aquel deseo, pues con apenas doce años de edad, Cosmín se embarcó en la primera aventura de su vida: marchó a trabajar a una compañía de variedades llamada «Los Astur», con la que recorrió toda España.

Aprovechando su ingenio y su corta estatura empezó a hacer sus primeros pinitos sobre las tablas, como cómico. Aprendió a tocar la batería -afición que ya no abandonaría hasta su retirada- y se convirtió en la estrella principal de un espectáculo en el que colaboraron algunos de los grandes artistas de la época; por ejemplo, Marifé de Triana.

«Los Astur» entregaba en los lugares a los acudía a actuar programas de mano con la imagen de Cosmín vestido de cordobés en el anverso y la canción que el mismo compuso en 1952 en el reverso: «Soy Cosmín el más pequeño / de los hombres de hoy en día, / pero lo que no tengo de alto / lo tengo de simpatía; / las chicas se vuelven locas / por mi tipo singular / cuando me ven por la calle / todas suelen exclamar: / Cosmín, Cosmín, / contigo yo sería muy feliz. / Cosmín, Cosmín, / te quiero porque eres muy chiquitín». En verano recorría la península con su espectáculo y en invierno actuaba en Ponferrada y La Bañeza. Precisamente en esta última localidad fue un día a confesarse. Apenas se le veía desde dentro del confesionario, por lo que el sacerdote le dijo: «Ponte de pie, hijo». A lo que Cosmín replicó: «Ya lo estoy, señor cura». Entre las decenas de anécdotas que Higinio del Río ha recogido sobre Cosmín figuran algunos de tono bien subido, pues el pequeño llanisco era hombre mujeriego y bebedor, amigo de la juerga y, cuando se terciaba, provocador, mal hablado y alborotador.

En los días de fiesta, Cosmín se convertía en el centro de la jarana. Aún se le recuerda en las interminables noches de Llanes y Posada de los años setenta y ochenta. «Pequeñu, sí, pero de tontu ni un pelo», solía decir. Y, avanzada la noche, no era raro oírle cantar «la arrancadera», por lo general, una de Jorge Negrete que, según decía, estaba escrita para él: «Me gusta cantarle al viento / porque vuelan mis cantares / y digo lo que yo siento / por toditos los lugares». Cosmín perteneció a varios grupos musicales, con los que recorrió las principales verbenas de la zona. «Los Panchines», «Marazul» y «La Oriental» fueron algunos de aquellos grupos.

Cuenta Del Río que cuando Cosmín fue invitado a participar en un programa del entonces famosísimo José María Íñigo alguien le llamó y le dijo: «Haga el favor, vamos entrando que está esperando el señor Íñigo». Cosmín contestó: «Dígale al enano eres que no se apure». Las varias apariciones televisivas que protagonizó le hicieron enormemente popular. Tanto que recibía cartas de multitud de admiradoras. O de eso presumía él. «Los buenos perfumes se venden en frascos pequeños», solía decir a las mozas.

Ya retirado de los escenarios, en 1980 Cosmín, entonces quisquero, se casó. Su boda reunió en Llanes a la flor y nata de la prensa rosa española. Posteriormente se separaría. En septiembre de 1998, el diminuto llanisco recibió un homenaje popular, un espectáculo benéfico impulsado por el cantante Niti Colsa, que le permitió comprar una silla de ruedas con motor eléctrico.