Producen alimentos saludables, son más respetuosos con el medio ambiente, obligan a hacer ejercicio físico y «salvan» un vacío entre las generaciones que vivieron de la tierra y las que lo compran todo empaquetado. Los huertos ecológicos para escolares y familias están prendiendo en la comarca, fruto de un interés creciente por cultivar para el autoconsumo y, quién sabe, semilla de posibles empresas.

La asociación «Martius» empezó hace más de un año a ofrecer cursos de agricultura ecológica en la «Casa de Iván» Arboleya, en Arriondas, y la iniciativa ha tenido tal éxito que el huerto de prácticas no ha dejado de funcionar. La semana pasada estrenaron alumnos, estudiantes de segundo de Primaria del colegio Río Sella de la capital parraguesa, que disfrutaron con el olor de las plantas, la «esbilla» -el proceso por el que se saca el fruto de su cáscara- el arado e incluso la siembra. Además, están impartiendo un curso para adultos en Llanes y este fin de semana realizaron un taller intensivo en el concejo de Ponga para aquellos que no disponen de tiempo libre durante la semana.

Se han marcado como objetivo «despertar la curiosidad en la gente» y, a juzgar por la cantidad de iniciativas que están surgiendo en todo el Oriente, se está consiguiendo. La Coordinadora Asturiana de Agricultura Ecológica (Cadae), ha impartido ya dos talleres de huertos familiares ecológicos en la localidad piloñesa de Cerecea y el Ayuntamiento de Ribadesella proyecta crear huertos ecológicos en una parte de los terrenos de zona de La Mediana.

La propuesta, aprobada por el Ministerio de Medio Ambiente, es para diez huertos de 25 metros cuadrados cada uno, destinados a parados y a personas mayores que quieran cultivarlos. Los aprendices del colegio Río Sella de Arriondas no llegaron a la tierra en blanco, sino que ya traían el tema trabajado de clase, como apunta su profesora, Eva Alonso de la Torre.

El centro también ha promovido un taller de «huertos verticales» con las madres, empleando botellas de plástico, y empatará la lección con la celebración, el próximo 5 de junio, de una jornada de desayunos saludables. La actividad de conocer las plantas y tocarlas resultó ser más novedosa de lo presumible para unos niños que viven en un entorno rural, pues «se sorprendieron, y nosotros también, creemos que están más cerca» de lo que en realidad están, explica la docente, quien opina que «les viene muy bien».

Muchos alumnos ya habían tenido contacto con el ciclo de la tierra en casa de sus abuelos, una generación que ya se sirvió de la maquinaria y la química para incrementar la producción. Sin embargo, el modelo ecológico salta un paso más atrás y propone sacar a ambos de la huerta para cultivar más sano y sostenible. Por ejemplo, sustituye el motocultor por una «azada de rueda», un utensilio que los estudiantes confundieron con una suerte de bicicleta y en el que finalmente echaban en falta un motor.

«Hemos perdido esos conocimientos», indica Carmen González, de «Martius», que pone como ejemplo la asociación de cultivos como la zanahoria y la cebolla, para favorecer su desarrollo, o el convencimiento de que «no todo en el huerto es malo, hay insectos beneficiosos», señala. «Todos fumigan y les explicamos que las plantas se comen la química y luego nosotros nos comemos las plantas. Además, si echamos veneno indiscriminadamente, también mata a las buenas», añade.

El colectivo plantea «que todos los sectores de la población tengan conocimientos, los niños a su nivel, y valoren la figura del agricultor», subraya González, para quien este profesional es realmente importante porque «todos tenemos que comer». La necesidad de conocer la naturaleza y adaptarse a sus ciclos y a las circunstancias es otro de los aprendizajes que realzan en «Martius», donde también transmiten a adultos «conocimientos básicos para llevar un huerto familiar con técnicas de agricultura ecológica».

Los de Llanes están ahora con las sesiones teóricas y luego harán las prácticas en la «Casa de Iván» con los pimientos, tomates y fréjoles que sembraron los alumnos del colegio Río Sella de Arriondas. De esta forma, la asociación impulsa la «retroalimentación de todos los grupos» que acuden a ellos para cambiar las cosas en el entorno, en cuerpo y mente y también, como no, en el plato.