"No sabemos a qué nos enfrentamos, sólo tenemos una previsión sobre el papel. Esperamos que el descenso sea más fácil que como lo describieron en 1998 unos espeleólogos valencianos", señaló ayer el científico Raúl Pérez, quien, en compañía de dos bomberos, Bernat Escrivá y Antonio Marcos, iniciará hoy un descenso por la sima más profunda de España y una de las más peligrosas del mundo, la torca del Cerro, ubicada en Cabrales, en el corazón de los Picos de Europa. Pérez destacó "el ahorro" que supone la existencia de la torca del Cerro: "realizar un sondeo a 1.500 metros cuesta 1,5 millones de euros, y no estaríamos seguros de llegar abajo. Aquí el agujero ya está hecho", destacó.

Tres días con sus noches permanecerán en las entrañas de la tierra, incomunicados con el exterior, con la única luz de sus linternas y un ejército de cuerdas como mejores aliadas. Una andanza no apta para personas que padezcan claustrofobia. Aunque la sima alcanza los 1.589 metros de profundidad, el objetivo del equipo de Raúl Pérez es descolgarse "sólo" 500 metros, e ir colocando a medida que avancen sensores de temperatura que permitirán desvelar algunos de los "secretos" del subsuelo, así como preparar un campamento para el siguiente equipo, que se adentrará aún más en el abismo.

Raúl Pérez, científico del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), encabeza este ambicioso estudio científico sobre terremotos, en el que están involucradas unas 80 personas. Asegura que le asusta más la dimensión mediática que ha adquirido el proyecto que bajar por chimeneas imposibles. Su mayor deseo, además de un final feliz, es que ninguno de los tres aventureros se moje. El agua podría dar al traste con el proyecto, pues no tendrán con qué secarse, lo que limitaría su condición física y haría que tuvieran serias dificultades incluso para avanzar. Ocurre que en la sima abundan las corrientes de agua y las cascadas. Habrá que "evitarlas a toda costa", indicó.

La idea inicial era acometer la conquista de la torca del Cerro, también conocida como El Cuevón, el domingo, pero la previsión de lluvias provocó que se retrasara hasta hoy. Ayer, Pérez, Escrivá y Marcos llegaron en coche hasta Poncebos. De ahí tomaron el funicular hasta Bulnes. Y desde allí, a pie, hasta la boca de la sima, donde antes, otro equipo había montado el campamento base. Si no surgen imprevistos iniciarán hoy el descenso. El geólogo irá colocando sensores de temperatura, que registrarán un dato cada treinta minutos durante un año. "Así que el año que viene no habrá más remedio que volver", señaló con ironía Pérez.

Además, a 500 metros de profundidad montarán otro campamento, con tienda, sacos de dormir, gas para la cocina, alimentos y un botiquín. Para comprobar que todo funciona, dormirán allí la noche del viernes. Y el sábado volverán a ver la luz del sol.

Otro equipo seguirá el trabajo el día 12 y, aprovechando ese segundo campamento, hará lo mismo que el de Raúl Pérez, sólo que entre los 500 y los 700 metros de profundidad. Y aún habrá otros tres equipos más, que, aprovechando los campamentos que les vayan dejando los anteriores, descenderán cada vez más por la sima, hasta tocar fondo, previsiblemente en el mes de septiembre, a 1.589 metros de profundidad.

Todo se ha programado minuciosamente. Carlos Flores, bombero toledano, es el encargado de la logística. Raúl Pérez también tiene experiencia: ha ido dejando sensores de profundidad "por media España". Las mediciones de la torca del Cerro, donde no se registran terremotos, permitirán conocer el perfil de temperatura más profundo que se haya medido jamás en España. Y su comparación con las realizadas en zonas con actividad sísmica permitirán entender cómo funcionan los terremotos y su relación con las emisiones de gases. Todo ello servirá, por ejemplo, para elaborar estudios de peligrosidad, y quizá hasta para predecir seísmos.