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EMILIO SERRANO QUESADA | Empresario y escritor

"Nunca consideré el cáncer una batalla perdida, animo a todos los que lo padecen"

"La enfermedad se supera con un cóctel de ilusión, esperanza, fe y el entorno de confianza que te ofrecen médicos, familia y amistades"

Emilio Serrano, en su despacho de Collera (Ribadesella). RAMÓN DÍAZ

Emilio Serrano Quesada es propietario junto a sus hermanos de una empresa centenaria, Destilerías Los Serranos, radicada en Collera (Ribadesella). Cursó estudios de Náutica, es escritor, hijo predilecto de Ribadesella y recibió medio centenar de distinciones, entre ellas la Medalla de Asturias. Hace años le fue diagnosticado un cáncer, que superó tras una larga lucha. Con motivo del recientemente celebrado Día del Cáncer, Emilio Serrano, que ha visto como varios familiares y amigos fallecieron a causa de esta enfermedad, habla por primera vez de su experiencia.

-¿Qué mensaje envía a quienes se enfrentan hoy al cáncer?

-Después de cuatro años es la primera vez que rompo mi silencio. Quisiera que mis palabras fuesen un pequeño bálsamo para quienes la padecen y fortalecer su ánimo. Queda mucho trabajo para afrontar esta enfermedad, pero los avances y el diagnóstico precoz abren un camino muy amplio de futuro. Merece gratitud la fundación Fundeso por su estudio constante sobre el desarrollo de la oncología. Implicarse en ello es un hermoso acto de solidaridad, tanto de quien la vive como de los voluntarios que con su admirable vocación prestan ayuda desinteresada. Quisiera que mi mensaje fuera positivo, aunque me dirán los menos optimistas que siempre queda una duda de si todo está superado. Ante ello, puedo decir que nunca he considerado el cáncer como una batalla perdida.

-¿Cuál es la receta para enfrentarse a la enfermedad?

-Sólo hay una: la lucha constante, sin deprimirse, con ilusión, con esperanza, con fuerza y, sobre todo, con esa confianza colectiva entre médico y enfermo, en un diálogo fluido en el que, sin fronteras, el afecto y la amistad se hagan patentes. Mi equipaje nunca estuvo etiquetado por la soledad. He conseguido que el espíritu de superación sea mi compañero fiel, día a día. Cuando uno entra en la ruleta de ese mundo imprevisto que llega a tu vida de puntillas, sin ruido, sin avisar, hay que ser vital para alcanzar ese ansiado remedio que lleve al equilibrio para el logro de una mejoría. Afortunadamente yo la estoy consiguiendo y animo a todos los que la padecen. Es muy necesaria esa entrega, sin medida, en la búsqueda de soluciones como fruto de esa humanidad compartida entre médico y enfermo ante ese enorme reto que nos tocó vivir.

-¿Resulta entonces fundamental la complicidad entre el médico y el paciente?

-En mi caso, sé por mi trato con el doctor (Ángel Jiménez) Lacave de su experiencia y capacidad, de esa sensibilidad compartida. Como él comenta, si el médico no se implica no hay confianza, hay que saber escuchar al enfermo. Y añade que la pista la dio Saulo de Tarso, que dijo: "llorar con los que lloran, reír con los que ríen". Todo eso se comprende cuando se conoce la dureza de la realidad. En estos casos difíciles, en ocasiones extremos, la responsabilidad se hace patente en ese diálogo de suma importancia entre paciente y doctor.

-¿Qué sintió la primera vez que oyó la palabra "cáncer" referida a usted?

-La preocupación siempre aparece, pero nunca sentí miedo. Tuve un recuerdo para los familiares y amistades que vivieron este problema. El miedo a la palabra cáncer nunca puede ser sinónimo de muerte. Me acuerdo de la ilusión de Josep Carreras y su confianza en sí mismo: "Si hay una posibilidad entre un millón, esa es la mía", llegó a decir. Hoy hay miles de posibilidades y la nuestra está entre ellas. Luego, cuando lo superas, el permanecer con vida te hace más fuerte, más cercano a las cosas aparentemente insignificantes que te rodean, y les das el valor que se merecen. Y con esa filosofía que la enfermedad marca extraes de lo sufrido todo lo bueno que aprendiste.

-¿Es importante el entorno para afrontar el cáncer?

-Superar la enfermedad es un cóctel de ilusión, esperanza, fe y el entorno de confianza que te ofrecen médicos, familia y amistades La autoestima con buen ánimo, fe y confianza es el mejor consejo. El entorno familiar y las amistades, con su compañía, controlan nuestras emociones y nos lo hacen todo más llevadero, pensando siempre en las posibilidades de recuperación. Pero no hay que olvidar que al sentimiento hay que dejarle libertad para que elija el camino correcto y así encontrar esa comentada paz interior que gobierne cuerpo y alma. En el trato personal hay mucho de recuperación anticipada. También hay que pactar con la enfermedad una convivencia para emprender una nueva ruta en la vida.

-¿Ayuda a hacer la enfermedad más llevadera compartir la experiencia con los demás?

-Nuestra mente puede tendernos muchas trampas y estamos en el deber de descubrirlas y olvidarnos de ellas, apartando el posible terror de nuestro pensamiento y abriendo una ventana al optimismo y al diálogo, ya que compartir experiencias y emociones es, en sí mismo, un gran tratamiento terapéutico.

-¿Cómo afrontó los momentos malos de la enfermedad?

-Es verdad que también hubo en mi enfermedad largas noches llenas de pensamientos, de palabras medidas y pensadas, de lágrimas y sonrisas, de luces y sombras, de ecos lejanos que me hablaban de ánimos y rezos, pero la luz de un sol temprano me traía de nuevo la esperanza para anunciarme que la vida aún me necesitada. En definitiva, un hermoso equipaje de sentimientos, dando gracias a Dios para seguir manteniéndolos. Ello me hace volver a soñar con una vida normal, de viajes, tertulias, charlas, escritos... y disfrutar de nuevo de esos felices momentos de compromisos compartidos de afecto y amistad. Así lo veo desde mi firme mirada de esperanza.

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