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San Tiso clama por una carretera

Inés Fernández Vega es la última vecina del pueblo, sin acceso asfaltado y al que acudían cuando era niña treinta pequeños de la zona a recibir clases en una cuadra

Ramón e Inés Fernández, en el acceso de entrada a San Tiso. C. CORTE

Inés Fernández Vega es la única habitante que reside de continuo en la localidad canguesa de San Tiso pero eso no le asusta. Ninguno de los treinta guajes procedentes de Villa, Les Canaliegues o Carrocéu que acudían a las clases que el profesor Enrique Hevia daba en una cuadra cuando ella era pequeña optó por quedarse en el pueblo, salvo ella. Y no se arrepiente. Aunque de aquellos tiempos "de fame" y guerra prefiere no hablar demasiado, los restos de trincheras que atesora la zona dan buena cuenta de la ardua batalla que se libró en el Colláu de San Tiso allá por 1937. "Una vez cayó una bomba (de los aviones de los nacionales) tan cerca de la cuadra en la que nos escondíamos que la onda expansiva arrancó la puerta y nos dio el barro en la cara", explica.

Las consecuencias de la guerra civil también se hicieron notar en la capilla de San Tiso, parcialmente derruida y hoy tomada por completo por la maleza. "El primer santo que tuvimos se lo llevaron a Viña y luego nos trajeron a San Pachu, que quemó cuando la guerra. Dicen que la capilla pertenecía a una capellanía modesta de Oseja y por eso no se arregló", explicó Fernández. Su casa de piedra azul, destaca entre las cuatro que permanecen aún en pie por sus grandes dimensiones y porque ha sido recientemente reformada. Fernández vivió 30 años en la Cuenca porque su marido, Faustino Iglesias, era minero, pero a la muerte de este decidió arreglar la casa materna y volver a los orígenes. "Es grande para que pueda venir a visitarme mi hijo Francisco Javier", matiza.

Fernández no se siente sola pues además de los tres gatos sin nombre que la espían cuando cultiva berzas o cebollín en la huerta que tiene frente a casa, recibe los fines de semana la visita de su sobrino Ramón Fernández. "Dice que viene a descansar pero yo creo que cansa más porque sube con los perros caminando al Mofrechu y no para", asegura.

Su hermano Ramón, vecino de Peruyes, también la visita prácticamente a diario. Ramón prefiere aparcar su coche en el cruce de la carretera que comunica Santianes d' Ola con Peruyes e ir caminando a casa de Inés porque el acceso de entrada a San Tiso está sin asfaltar "y las ruedas sufren mucho". "Desde que vine de Suiza, hace 16 años, llevo reclamando al Ayuntamiento la mejora del camino, de menos de un kilómetro de longitud, porque si un día se pone mala mi hermana igual no entra ni la ambulancia", explica. Quien si entra, para alegría de Inés, es el "valiente" de "Juanín, el de los congelaos".

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