Más de 3.700 cuevas y una extensión de conductos subterráneos que, dispuesta en línea recta, casi llegaría desde Oviedo hasta Madrid, pues son 410 los kilómetros documentados por los espeleólogos. Éste es el interesante esquema realizado por el geólogo Daniel Ballesteros en la tesis que presentó el viernes en la Universidad de Oviedo.

Nacido en Vigo pero estudiante en la capital asturiana, el ahora doctor concluye, además, que el río Cares "ha actuado como 'motor' en el desarrollo de las cuevas profundas en los Picos de Europa" y destaca que son "el lugar del mundo con mayor concentración de cuevas profundas", pues en su interior se encuentra el 14 por ciento de simas con más de 1.000 metros de profundidad.

Ballesteros lleva diecisiete años practicando la espeleología y en su tesis se propuso "entender cómo se han formado las cuevas de los Picos de Europa, cómo han evolucionado y cuáles han sido los factores que han controlado su desarrollo". Dirigida por los profesores Montserrat Jiménez-Sánchez y Joaquín García-Sansegundo, el trabajo recopila la información atesorada durante 55 años por numerosos equipos espeleológicos y se centra en tres cuevas situadas en el macizo occidental de los Picos de Europa, en las inmediaciones de los Lagos de Covadonga: Torca La Texa, el Pozu Llucía y el Frailín de Camplengu, que en total suman 7,7 kilómetros de pasajes subterráneos.

"Hemos demostrado que las cuevas de los Picos de Europa se han formado hace más de 350.000 años, es decir, durante el Pleistoceno Medio o en etapas previas", explica el geólogo antes de estimar, "de forma aproximada", que "la edad de las cuevas podría llegar a uno o incluso cuatro millones de años, ya que su desarrollo está ligado al levantamiento de la cordillera Cantábrica".

Este fenómeno introdujo en escena al río Cares, que al encajarse "provocó el descenso de los niveles freáticos de las aguas subterráneas y el consecuente desarrollo de las simas profundas", describe Ballesteros. Las cuevas de los Picos de Europa "se desarrollan de arriba abajo" por el efecto de los ríos "erosionando hacia abajo", lo que propició que el agua subterránea descendiera y, al mismo tiempo, la sima.

Daniel Ballesteros ha estado a ambos lados de la investigación. Se calzó la funda para bajar a las cuevas junto al resto de espeleólogos y ha trabajado en la vertiente académica, de la que buena parte transcurrió entre las más avanzadas tecnologías. "Empleamos una aplicación informática para elaborar un modelo tridimensional de las cuevas y con la información de las aguas subterráneas", explica el gallego, quien se trajo este conocimiento del Instituto Suizo de la Espeleología y el Karst y lo aplicó a los Picos de Europa.

Ballesteros ha contado con financiación del programa "Severo Ochoa" del Principado y del organismo autónomo de Parques Nacionales de España. Destaca, además, la colaboración entre geólogos y espeleólogos para el estudio de las cuevas y aguas subterráneas y, en especial, la ayuda prestada por el Grupo Espeleológico "Polifemo" de Oviedo, el Grupo de Espeleología "Diañu Burlón" y la Asociación Deportiva Cuasacas de Trubia.