Ni trabajar veinte horas seguidas sin comer ni poder usar un servicio ni estar treinta y cinco horas sin dormir. Para el lastrín Sergio Covelo, socorrista voluntario con la organización "Proactiva Open Arms" en el Mediterráneo, lo más duro de su experiencia fue desembarcar a las 1.671 personas a las que ayudó a rescatar en ocho operaciones. "Los estás bajando del barco uno por uno y se te abrazan, se te tiran... hay que esforzarse por no romper" explica, todavía exhausto y fatigado emocionalmente.
En el último mes y medio ha estado treinta días de misión, separados por dos semanas de descanso. Partió concienciado con el drama que viven quienes huyen de sus países, pero ha vuelto reforzado y con esperanza de contagiar a la sociedad.
"Están dispuestos a hacer lo que sea para romper con generaciones de pobreza y su motivación es que sus hijos rompan ese bucle de miseria y violencia", explica el rescatador, quien trabajó a bordo de una de las dos lanchas auxiliares del barco nodriza, "Golfo Azzurro". A bordo de esta embarcación esperan a recibir el "target", el aviso del MRCC, el centro de coordinación marítima de Roma, que coordina todas las operaciones en aguas jurisdiccionales del sur de Italia y Libia.
La costa de este país africano es vía de escape para eritreos, bangladesíes y sobre todo subsaharianos: sudaneses, congoleños, guineanos y un largo etcétera, pues la tragedia supera con creces el problema de Siria. Covelo acaba de cumplir 22 años y en la segunda misión conoció a un chico de 20, de Guinea Conakri, "que llevaba cuatro años cruzando África él solo hasta que llegó a Libia. Estuvo preso, trabajó como esclavo... escuchas historias que no te las crees", relata el lastrín.
Los rescates duran "una media de quince horas", aunque han llegado a estar veinte seguidas, un tiempo en que "comer es un lujo" y dormir también, más si el aviso llega cuando estás de guardia. "Eran las tres de la mañana y me tocaba guardia hasta las seis. Vimos una patera y nos habían avisado, pero no sabíamos la coordenada exacta. A las cuatro y pico nos echamos al agua y encontramos una patera totalmente anegada con más de 120 personas a bordo", relata el socorrista, quien después de esta afrontó otras cuatro intervenciones. "Vimos amanecer y ponerse el sol rescatando personas", añade. Las 514 personas que el "Golfo Azzurro" (con capacidad para 350) trasladó hasta la costa italiana (los llevan a Sicilia o a la península, en función de lo que ordene Roma) marcaron un récord que anteayer batió otro equipo de la misma organización, pues fueron 682 las personas que respiraron aliviadas a bordo de su barco nodriza. "Hubo rescates con más de 2.000 personas en el agua", destaca el lastrín, sorprendido por conocer otra de las realidades de estas personas: "La mayoría sabe que va a morir". También se encontró con quien pensaba que el Mediterráneo era un río grande y otros convencidos de que su embarcación también pertenecía a la mafia.
De vuelta en Asturias, Covelo confiesa que está "físicamente destrozado" y la resaca emocional también es grande. Eso sí, no piensa rendirse y ya está planeando su próximo viaje a una realidad "que no quieren ver. Tampoco hay quien la cuente". Advierte de que este verano "va a ser tremendo", porque la mejoría de las condiciones del mar Mediterráneo atraerá a miles de personas de las que las mafias libias se aprovechan (el tráfico de personas aporta el mayor porcentaje del PIB libio) y a las que Europa continúa ignorando.