Logró salir adelante el VII Concierto-homenaje a Alfredo Kraus tras las anulaciones y los cambios de programa. Una tarde, la del sábado, dedicada a las voces de las obras de teatro lírico, aunque con un resultado de modesto valor musical. La organización de la jornada recordó al tenor canario en el décimo aniversario de su muerte, uno de los cantantes de referencia del siglo XX, en el que se unieron gran capacidad técnica vocal y una forma inteligente de dirigir su carrera.

De este modo, el Auditorio ovetense acogió una de esas galas líricas tan bien recibidas siempre por el público, con los fragmentos más populares de las óperas y zarzuelas del repertorio habitual, muy relacionadas además con el propio repertorio del tenor al que se rendía homenaje. Una forma también de implicar a voces asturianas, en un culto al canto desinteresado, a beneficio de la Cocina Económica de Oviedo.

Para la ocasión se contó con la dirección de Elena Herrera. La directora cubana está vinculada a la Ópera de Oviedo desde los años noventa y su actividad musical en Asturias impulsó su trayectoria por España en la década, llegando al foso del teatro de la Zarzuela de Madrid. Herrera estuvo al frente de la Orquesta «Oviedo Filarmonía» y de la Polifónica «Ciudad de Oviedo», que cerró la velada con el coro más conocido de la ópera «Nabucco», entonado con buen empaste.

La obertura de «La forza del destino», como primer plato, marcó la línea orquestal de la jornada, incisiva en los contrastes, pero de escasa evolución dramática y poco control en general, especialmente de volúmenes. Lola Casariego hizo su primera aparición con «Tacea la notte placida» de «El trovador» de Verdi, aria en la que se pudo volver a escuchar a la cantante en su nueva tesitura de soprano, en la que todavía le cuesta encajar. Más ajustado a su voz fue el «Dúo de las flores», junto a Yolanda Montoussé. El ajuste y la expresión de las cantantes en el dúo de «Lakmé» significaron uno de los mejores momentos de la gala. Por su parte, Montoussé presentó el «Caro nome» que canta la Gilda de «Rigoletto». La soprano ovetense cuidó la línea de canto de una página demasiado ambiciosa por fraseo, registro y agilidades.

Con el «Lamento de Federico» de «La arlesiana», Aurelio Gabaldón se enfrentó con medios muy justos a la página llena de poesía y fuerza de Cilea. Junto a Milagros Poblador interpretó además el dúo «Tornami a dir» de «Don Pasquale», con la superioridad vocal de la soprano manifiesta, en una interpretación expresiva pero poco compacta. Poblador presentó en solitario el aria «Care campagne? Sovra il sen la man mi posa» incluida en «La sonámbula», con la que brindó otro de los clímax del concierto, debido a sus cualidades vocales, técnica y frescura en la interpretación.

Elena Pérez-Herrero fue otra de las voces que colaboraron en el concierto, con el lamento «Va! Laisse couler mes larmes!», del «Werther» de Massenet, doloroso canto de Charlotte, bien sostenido y dramático en la voz de la mezzosoprano. Pérez-Herrero interpretó además, junto a Gabaldón, otro fragmento más efectivo, el dúo «Cállate, corazón» de la zarzuela «Luisa Fernanda» de Moreno Torroba.

Joaquín Asiaín, con la guajira tantas veces versionada «Aquí está quien lo tiene to», completó el plantel de voces solistas. El tenor navarro brilló en su fugaz aparición con la pieza incluida en «La alegría del batallón» de José Serrano. En la parte instrumental, dos «intermezzi», los de las óperas «Edgar» y «Caballería rusticana», valieron para una cuerda de la OFIL bien ajustada.