David ORIHUELA

«Madre mía, nunca había visto tanta cantidad de gente junta». Lo decía un niño de 10 años al filo de las seis de la tarde de ayer, a la entrada de la calle San Francisco. De la mano de su padre se había topado de lleno con el desfile de Carnaval, que partió a las cinco de la plaza de América y se cerró ya pasadas de largo las siete de la tarde en la plaza de la Catedral.

Vale que el de Oviedo es un carnaval tardío, vale que hacía frío y vale que el año pasado la crisis se llevó por delante el desfile. Pero ayer todo se alió para que la ciudad viviese una tarde multitudinaria. Una tarde de sol llevó a la calle a miles de personas, sobre todo familias con niños y grupos de jóvenes para los que el Carnaval es una buena excusa festiva para una sábado. Así que mucho disfraz en las calles y muchos también en las aceras.

En cuanto al desfile, mientras los primeros grupos veían ya la torre de la Catedral, los últimos aún estaban organizándose en la calle Comandante Caballero, junto al Centro Cívico, para comenzar el recorrido.

Los centros sociales son valor seguro en esta celebración. Ayer participaron 16 en el desfile, y a ellos se sumaron grupos y charangas llegados de todos los rincones de Oviedo y de otras ciudades y villas asturianas, como Gijón, Villabona (Llanera) o Candás. Alrededor de unos treinta grupos formaron parte de la cabalgata que convirtió la ciudad en una gigantesca mascarada.

Los encargados de abrir la comitiva fueron unos curiosos caracoles que huían del «Babosil», ese insecticida que los elimina, a ritmo de música latina. Tras ellos, el Colegio Ángel de la Guarda con un montaje que llevaba por título «El naufragio del barco pirata».

Dos grupos y una comparsa, la de «El óculo moyáu» de Gijón, fueron los encargados de poner las primeras notas de música en el desfile.

La plaza de América ya iba entrando en calor pese al frío ambiental cuando llegaron los candasinos convertidos en habitantes de una irreductible aldea gala. «Asturix y Oviedix» se llevaron los primeros aplausos en Marqués de Teverga cuando además de lo cuidado de los disfraces, con jabalí teledirigido incluido, desplegaron su talento como actores. Asterix «atacó» al ejército romano, con su característica formación de tortuga, y de repente comenzaron a salir volando cuerpos de locos romanos.

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