Fray Benito Feijoo era visitado por mucha gente, para confesar, pedirle consejo y sobre todo dinero, pues ganaba lo suyo el polígrafo. De todas partes venían sacacuartos, hasta que puso coto. Un día llegó al monasterio un inveterado sablista; el nuevo conserje pidió que se identificara. «Dígale a fray Benito que está aquí Miguel de Cervantes». El lego comprobó que el tal Miguel no figuraba en la lista de indeseables y anunció la visita. Fray Benito, intrigado, pidió que le hiciera pasar y, válgame Dios, sufrió otro sablazo. Como el falso Miguel salía por San Vicente y se topara con un colega enfotáu hacia la celda, con el mismo fin, le recomendó hacerse pasar por Lope de Vega. Así, cuando a Benito anunciaron Lope, dijo: «Di al señor Lope que por lo que a mí hace y por hoy se han acabado los clásicos». ¿Qué nombre adoptará Zapatero para sus sablazos?