Ángel FIDALGO

Los Truébano, después de casi cuatrocientos años, siguen viviendo en su barrio, que es el de San Lázaro. Y lo han hecho de forma ininterrumpida. Una fidelidad, ésta, digna de estar en el «Libro de los Récords Guinness», y que ya forma parte de la historia de Oviedo.

Los últimos Truébano que aún residen en el barrio, adonde llegaron sus antepasados al menos en el año 1632 según está documentado en los archivos eclesiásticos, son las hermanas Nieves, Manolita y Aniceta del Truébano. Las dos últimas, junto con su sobrina Noemí, que es la presidenta de la comisión de cultura del Centro Asturiano, se reunieron en la plaza de San Lázaro para echar una vista atrás y disfrutar de los recuerdos.

Todo empezó en la casa solariega que la familia tenía ya en 1632 en el Caño del Águila, en este barrio tan ovetense, y que estuvo abierta hasta que en 1992 fue derribada. A Noemí, la última en nacer en esta casa, aunque ya no reside en el barrio, le gusta visitarlo periódicamente.

«Todas nacimos en esa casa, de la que ya sólo nos quedan el recuerdo de una infancia feliz y unas fotografías», comentaba Noemí del Truébano mientras su primo Nicanor Díaz, el historiador de la familia y también de San Lázaro -son sus grandes pasiones-, sacaba viejos legajos con los resultados de sus investigaciones.

«Mis hermanas y yo estamos orgullosas de seguir viviendo en San Lázaro; creo que ya no podríamos ir a otro lugar, porque entonces perderíamos una parte importante de nuestra identidad». Esta reflexión en voz alta la hizo Manolita con la aprobación de su hermana Aniceta. A la improvisada reunión familiar no pudo asistir Nieves, la mayor, por encontrarse convaleciente de una caída, ni Orlanda, a la que los azares de la vida llevaron a vivir a Madrid, desde donde tiene siempre presente su San Lázaro natal.

«Este barrio no sé lo que tiene, pero a todos nos engancha, sobre todo antes, cuando era más rural que urbano y muchas familias vivían de la agricultura», explicaba Aniceta mientras ojeaba la publicación «Pequeña historia del barrio de San Lázaro» escrita por su primo Nicanor Díaz.

Este «librillo», como prefiere denominarlo el autor por sus pocas páginas, refleja también las aportaciones que algunos de sus antepasados realizaron a la sociedad ovetense, como Manuel del Truébano, que en tiempos de la I República se convirtió en el primer concejal de Agricultura que tuvo el Ayuntamiento de Oviedo.

«Como vivía en la casa del Caño del Águila y nuestra familia se dedicaba a la agricultura, siempre estuvo muy sensibilizado con estos temas y sus problemas», explicó Noemí. Fue también este concejal el que dio un gran protagonismo a los alcaldes de barrio.

Otro miembro de esta familia, Rufino Truébano, fue un destacado canónigo de la Catedral en los años treinta y fundador de Acción Católica. Además, introdujo la enseñanza del catecismo en San Lázaro.