Chus NEIRA

Ante el solar de El Payán, en San Claudio, Noelia Rodríguez, Chema Díaz y Pelayo Suárez contemplaban ayer por la mañana un panorama prácticamente idéntico al que hace ya tres años llevó a los primeros compradores a interesarse por las viviendas allí promocionadas. Las diferencias entre aquella fotografía y la que se podría hacer hoy se reducen a dos: el cartelón publicitario de Promociones e Inversiones Esfinge, S. L. ha desaparecido, no así la valla que lo soportaba, hoy oxidada, ni el panel en el que al lado el Gobierno central y el Principado prometen 337 viviendas protegidas. «Tu casa está en nuestros planes», remata el anuncio. El otro cambio en todo este tiempo es un rectángulo asfaltado en el suelo, apenas ocho metros cuadrados, único elemento urbanizado de todo el área donde en su día, durante muy pocos meses, se levantó una caseta de obra. También desaparecida. Por el resto de El Payán, la misma maleza, los mismos árboles, idénticas casas semiderruidas. Ningún rastro de comienzo de obras, de inicio de urbanización del terreno.

Noelia Rodríguez, 35 años, recién levantada del domicilio familiar, también en San Claudio, no muy lejos de allí, mira a un lado y otro. Se acuerda de las dudas que tuvo entre ésta y otra promoción en la zona, cómo al final se decidió a comprar un ático en El Payán y el día en que acudió a firmar el contrato. «La verdad, me podía haber quedado en casa ese día», remata. Ella y su hermano compraron, cada uno, una vivienda en febrero de 2008. Hasta junio de 2009 pagaron casi 17.000 euros cada uno. Después sufrieron el mismo calvario que el resto de compradores: unas oficinas que cambiaban de sede, una caseta de obra que desaparecía, unas excusas que basaban el retraso en el inicio de las obras en problemas con la depuradora y unas visitas de la empresa a Oviedo para aclarar la situación que todavía no se han producido.

Por el medio, los compradores de El Payán han ido descubriendo muchas cosas: que Esfinge no llegó a asegurar las cantidades adelantadas con las correspondientes pólizas, que ni siquiera había solicitado la calificación de VPA, con lo que los contratos resultan ilegales, que los pagarés con los que trató de devolver el dinero no tenían fondos... «Nos fueron callando poco a poco con excusas, como somos jóvenes no nos conocemos las triquiñuelas de las constructoras», se lamenta Chema Díaz, uno de los que más dinero invirtió en su vivienda. Compró con su mujer, Adela, y llegó a dar a Esfinge 26.500 euros. Ahora, metido en otro piso en Prado de la Vega, si la primera promotora no le devuelve lo adelantado, teme perder la segunda reserva. «Si no me cuesta el matrimonio», apuntilla. «Estamos pagando un alquiler, con dos sueldos de mil euros podemos. Pero después de lo de los dos pisos estamos con el agua al cuello. Son los ahorros de mi vida, y ahora no tengo para meterme en gastos de juicios».

A su lado, Pelayo Suárez maldice también su mala suerte. Compró con su pareja, Lucía Solís, en 2009. Tenían 23 años, de aquella los dos trabajando, hoy al paro. «Buscábamos viviendas de protección y nos gustaba esta zona. Veíamos los anuncios por la calle Uría, el año pasado estaba lleno, y preguntamos a mucha gente. Todo el mundo nos decía que si era vivienda de protección, venía de la mano del Principado y del Ministerio, que no íbamos a tener ningún problema». Por ahora, ve lejos el día en que recupere los 14.000 euros invertidos. «Lo último, les mandé un burofax para que me devolvieran el dinero y ni me contestaron».

Los trece compradores afectados no confían mucho en que la acción del Principado, del Ayuntamiento o un acuerdo con otra empresa les devuelva el dinero. Tampoco que construyan las casas. La vivienda de El Payán no está, por ahora, en sus planes.