La miel y la zanahoria, además de endulzar, la primera, y ser una excelente guarnición, la segunda, son la base de una perfecta mascarilla facial. Así lo explica Águeda de Vicente, que el sábado impartió un taller de cosmética árabe en el centro social autogestionado «La Madreña». «La cultura marroquí no es como la nuestra: allí se conservan más las tradiciones, y en temas de belleza usan muchos productos naturales y remedios caseros», cuenta. El aceite de argan, o el gasul, una especie de arcilla, son otros productos estrella. «Lo mezclas con agua caliente, y te lo pones en el rostro diez minutos», explica. «Los que tengan la piel seca, sólo en la frente y a los lados de la nariz, lo que se conoce como la "zona T"».

Se oyen risas en una sala cercana. Son los del taller de teatro, que está a punto de finalizar. «La Madreña», que apenas lleva un mes funcionando en el edificio de la antigua Consejería de Salud de General Elorza, destinado al derribo, ha puesto en marcha diferentes iniciativas, y parece que están teniendo muy buena acogida. «Es el primer día que vengo aquí, pero normalmente vienen muchas chicas, incluso parejas, y suele gustar mucho», dice De Vicente.

En los pasillos de «La Madreña» aún no hay mucho movimiento. Un joven, voluntario de una de las asociaciones que integran el colectivo se afana en fregar el suelo. Aún hay mucho trabajo por hacer. Las salas, antiguas consultas y despachos de la Consejería de Sanidad, están aún vacías y frías pero, poco a poco, van tomando forma. Grafitis, cuadros, una panel con toda la información legal referente a la ocupación de un edificio y una exposición van llenando al edificio de vida. De ello se está encargando el grupo de arte y acción, cuenta Diego Díaz, una de las más de 150 personas que integran el colectivo, quien ejerce de anfitrión por todas las instalaciones. «Tenemos todo muy bien organizado, es imprescindible, por ello tenemos un tablón con las tareas y diferentes comisiones de trabajo». Este tablón ya no tiene espacio para más cosas. Cada día que pasa son más las propuestas que llegan. No sólo hay que repartir las tareas de limpieza, cocina u organización de eventos. Se necesitan muchas cosas para salir adelante. «Vamos a intentar poner un chigre utilizando el mostrador de la antigua recepción como barra», señala, «y también estamos haciendo una recogida de libros para la biblioteca». Situada en la segunda planta, es una de las salas más acogedoras del edificio. Uno de los responsables de su mantenimiento aprovecha que no hay mucho trabajo todavía para echar un vistazo a sus apuntes. Los exámenes están cerca.

Entre los muchos proyectos que tienen en mente, destacan el huerto ecológico, que ya tiene plantados repollos y lombardas; y la tienda «gratis». Será un espacio «de reciclaje», dice Díaz, «en el que todo el mundo podrá dejar y llevarse cosas con total libertad».

Más ambicioso, y más complejo, es formar microcooperativas que garanticen diferentes puestos de trabajo. Aún están informándose en temas legales y esperando que se conozcan los Presupuestos Generales del Principado, pero el objetivo es crear una bolsa de trabajo. «Nuestra intención es eliminar gastos indirectos, contactar con productores y poder formar pequeñas cooperativas». Es un proyecto aún, pero confían en poder sacarlo adelante.