Oviedo 1965, misas dominicales a tope, quinientos alumnos en el Seminario, todos los ovetenses nos decíamos católicos (?). Admitamos que con excepciones para confirmar la regla, a saber: un conciliábulo protestante en Ciudad Naranco, cuatro moros en la Tenderina, un animista congoleño vendedor de churros, tres judíos checoslovacos, una docena de librepensadores que fingían secretismo para presumir de masones, una familia espiritista «amateur», catorce intelectuales por lo menos agnósticos y un cupo de ateos oficiales para enseñar a las visitas. Total, un par de Alsas.

Mención aparte merece la joya de la heterodoxia local, que era el profesor Gustavo Bueno, sedicente «ateo católico», quien me hizo la merced, andando el tiempo, de presentar dos de mis libros y con el que tuve el honor de compartir en sintonía algunas aventuras digamos culturales, como el Consejo de Amigos de Asturias, con don Luis Sela, y la reciente Comisión de la Memoria Histórica. Para Gustavo, españolista y patriota, mi simpatía y gratitud.

Impulsada por el arzobispo Tarancón, nacía entonces la publicación diocesana «Esta Hora», muy distinta de la que el jueves pasado iniciaba una nueva etapa como encarte semanal distribuido con LA NUEVA ESPAÑA. Un acierto este, por ambas partes, con la siempre incisiva carta de fray Jesús como número fuerte, que no suele dejar indiferente a nadie.

Desde enero de 1965, «Esta Hora» tuvo una primera etapa brillante, doctrinal, documentada y participativa, muy avanzada al compás del Concilio Vaticano II y su espíritu renovador. Siguió otra, de intención continuista, responsabilidad del director de COPE Avilés, don Dídimo, que enlazaría con el cambio de arzobispo, de Tarancón a Merchán.

En la muerte del denostado Martín Vigil, recordábamos en esta sección su pertenencia a aquel consejo de redacción que dirigía Víctor García de la Concha y con el teólogo Juan Luis Ruiz de la Peña, el magistral Eliseo Gallo, los párrocos Dimas Camporro y Custodio Álvarez. Todos, un verdadero lujo, y en el medio un joven periodista como coordinador. Aquella «Esta Hora», que costaba una peseta, afrontaba de cara los problemas de su tiempo, lo social, lo eclesiástico y su «aggiornamento», el ecumenismo, la libertad política y religiosa...

El 15 de mayo de 1965, un editorial titulado «Ya está bien», en el que se denunciaba un emergente anticlericalismo frente a las críticas al sistema, ocasionó el secuestro de la tirada por orden del gobernador civil Mateu de Ros. Una de las propuestas más interesantes, recogida por la revista en sus tiempos aurorales, fue la de crear en Covadonga una Universidad Católica de verano, idea de monseñor Tarancón. ¿Por qué no retomarla?

Al año siguiente, los responsables de «Esta Hora» asumían gradualmente otros quehaceres y la publicación empezó a perder gas. Mi larga ausencia de Oviedo me impide conocer las etapas intermedias hasta los años finiseculares, en los que se cultivaba una especie de noticierismo, salpimentado por colaboraciones estimables como las de Agustín Hevia y Jorge Fernández Sangrador, bajo la dirección, como ahora, del incombustible José Emilio Díaz.

Los tiempos han cambiado tanto que los papeles llevan camino de quedar trastocados y, a ser posible, muchos desearían que los católicos de hoy, los fetén, no superaran el montante de las minorías de ayer a que aludía al principio, sumando masones de rito escocés, espiritistas de las hermanas Fox, animistas vendedores de churros y otras disidencias. Pero la Historia demuestra que no hay nada más correoso que un católico perseguido.

Como curiosa premonición, el número cero de «Esta Hora», publicado de prueba en 1964, se abría con este titular a toda plana: «Ha nacido la Iglesia del siglo XXI». Y en ésas estamos.

En busca de un nuevo estilo, la novísima etapa de «Esta Hora» nos anuncia proyectos de estreno que refuercen la cohesión de los católicos y el compromiso social de la Iglesia. Objetivos, entre otros, muy dignos de ser alcanzados.

Que así sea.