Según información aparecida en este diario el sábado día 26 de septiembre, el Ayuntamiento de Oviedo está en negociaciones para construir una ciudad deportiva de jugadores de fútbol. Se está decidiendo la destrucción del Centro Hípico El Asturcón, una de las mejores instalaciones de España, con el beneplácito de la oposición, que se alegra de que sean otros quienes decidan acerca de un problema que se ha generado por años de desinterés y mala gestión. El patrimonio de los ayuntamientos no pertenece a los políticos y, por lo tanto, no pueden regalar lo que se ha pagado con dinero público a ningún club, institución o empresa privada. Se está jugando con los propietarios de los más de doscientos caballos que hay estabulados en El Asturcón, aunque era una muerte anunciada. El Ayuntamiento firmó una privatización parcial del centro en 2004, era un contrato que tenía vigencia por 40 años. Ahora está clara la jugada, van a sacar un concurso de gestión con unas condiciones inaceptables por ninguna empresa, para que quede desierto; porque está claro que si el concurso sale adelante, la operación futbolística, que es la que les interesa, se dificulta. No puedo reprimir mi indignación y mi pena ante estos hechos. Parece ser que hay que destruir todo lo que no se entiende, lo que otros hicieron, sin importar otra consideración. La destrucción es un símbolo. Nada tiene que ver con la pésima gestión económica y organizativa del centro durante estos años, porque todos los problemas tienen solución cuando hay determinación para ello. Es una decisión política. Una instalación que ha costado 24 millones de euros pagados con dinero público no puede estar supeditada a los cambios políticos ni se puede regalar. Constituye un patrimonio deportivo que hay que mantener y gestionar adecuadamente. No es cierta la afirmación del Consistorio de que la hípica no tiene tirón, sólo hay que ver las páginas que los diarios han llenado con información sobre Las Mestas. La hípica puede ser un negocio rentable. La equitación no es un deporte de pijos, tiene un enorme arraigo en la clase media. Este deporte genera empleos directos e indirectos de personas que mantienen a sus familias y que se ganan la vida trabajando como herradores, guarnicioneros, veterinarios, mozos, jinetes, profesores, criadores, etcétera. No hay que olvidar que vivimos en una sociedad plural y que se gobierna para todos. No podemos mantenernos callados o indiferentes, porque hoy es la hípica, pero mañana será otra cosa y ya será demasiado tarde.