Por cariño, por pena y por vergüenza. Esa es la justificación que dio ayer el hombre que mató a su pareja sentimental en el domicilio que ambos compartían en la calle General Zuvillaga, durante su declaración en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer y que duró algo más de hora y media. "Lo hice para salvarla de las angustias y problemas económicos que nos acuciaban", dijo el acusado, que además ocultaba a su novia la magnitud de sus deudas. Al oír su confesión, la juez decretó su ingreso en prisión provisional y sin fianza en Villabona y le atribuyó un delito de asesinato (sin perjuicio de que pueda modificarse la calificación a lo largo de la instrucción).

Jorge Portillo Vega, de 51 años, ofreció un extenso relato cargado de detalles y que despeja, de momento, el móvil del crimen, el modus operandi y la fecha. Aseguró que mató a Isabel Márquez Uría, de 65 años, el jueves a las dos de la tarde. Esto significa que cuando los vecinos de la pareja encontraron el lunes por la mañana una carta en el buzón con el encabezado, "He matado a mi mujer", en realidad ella llevaba cuatro días muerta.

El preso se mantuvo bastante sereno en el juzgado y sólo se echó a llorar al explicar los detalles de la muerte. Así, confesó que asestó a su novia cinco golpes con una mancuerna y se marchó de casa para quitarse la vida. Su primera parada fue el muelle de Luanco. Quería precipitarse al agua, pero no pudo hacerlo. Luego viajó a Avilés con la misma idea, pero volvió a echarse atrás. Por último se dirigió a Gijón, a la zona del Elogio al Horizonte, con la intención de arrojarse al vacío. Al igual que las otras dos veces, se lo pensó mejor, y tras un tiempo sopesando los pros y los contras -en el que llegó a barajar la posibilidad de tirarse desde un alto en Zamora- optó por entregarse en la comisaría del Natahoyo "porque quería pagar por lo que había hecho" y era lo más justo para su pareja, a la que dirigió una carta que dejó en el interior del domicilio.

"Perdón por no haberte contado todo". "Perdón por haberte traicionado". Estas son algunas de las frases de la misiva de Portillo a su compañera sentimental, una mujer que, según la declaración de su verdugo, estaba enamorada y con la que no mantenía broncas ni discusiones. Tal era el nivel de confianza ciega que ella le tenía, que al parecer, creía a pies juntillas las excusas que él le daba sobre los reveses que atravesaban. De hecho, les habían cortado la luz desde hacía dos días por falta de pago y Portillo le contó que era debido a una avería. Además, el día del crimen le prometió que iban a ir juntos al banco a sacar dinero, cuando lo cierto es que estaban arruinados.

El acusado insistió en su declaración en que padece un "trastorno de la personalidad diagnosticado psiquiátricamente" por el que ha estado ingresado en varias ocasiones y del que tiene antecedentes médicos en Cataluña (de dónde es natural), Bilbao, Navarra y Asturias. En este sentido, fuentes próximas al caso han revelado que Portillo tiene marcas de cortes en los brazos "y que no parecen ser recientes". Su entorno lo describe como "un hombre sin oficio ni beneficio" que conoció a la fallecida hace varios años. Isabel Márquez Uría estaba jubilada y había trabajado en el psiquiátrico del Oviedo. Según fuentes allegadas, padecía problemas nerviosos que aceleraron su retirada laboral y que le impedían salir de casa con asiduidad desde hacía tiempo.

Los comerciantes de General Zuvillaga apenas conocían a la pareja. La mayor parte de la gente comenta que "sólo coincidía con ellos de vez en cuando" o sale al paso diciendo que "sólo le suenan de vista". Ni siquiera en los bares de la calle sueltan prenda y al ser preguntados zanjan la conversación con un "Sí. Vivían allí enfrente". Nada más. El resto, es decir, los vecinos del inmueble, hablan de personas "completamente normales". Según fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA), no existen denuncias previas por episodios de malos tratos.

Con la muerte de Isabel Márquez Uría son seis los muertos por violencia machista en varias ciudades españolas desde el domingo. En lo que respecta a Oviedo, se trata de la tercera víctima por violencia de género en Asturias en lo que va de año, tras el fallecimiento de la hostelera gijonesa Sonia Meléndez, y la praviana Felicidad Rosa Plácido.