En cuanto salió de la cárcel, Pablo Blanco fue a visitar a su familia. Primero fue a ver a su padre a una residencia geriátrica del centro de Oviedo, y luego a su madre, también ingresada de motu propio en un centro de cuidados a personas de edad avanzada o con necesidades especiales. Su hermana María Luisa murió asesinada en 2009 en un crimen que conmocionó a Oviedo por su extrema crueldad y del que él es uno de los culpables. Blanco disfrutó hace dos semanas de su primer permiso penitenciario al dejar Villabona por seis días, una prisión donde cumple una condena de diez años, y de los que ya han pasado más de la mitad.

La juez estimó los informes favorables por "buen comportamiento" del personal de la cárcel, en concreto los de la UTE (Unidad Terapéutica y Educativa número dos de Villabona), y admitió el recurso presentado por el defensor de Pablo Blanco, Fernando de Barutell. Según este letrado, el condenado no protagonizó ningún incidente durante el permiso y se alojó en un piso tutelado por la Fundación Albéniz, en Avilés. Así, Pablo Blanco siempre salió a la calle acompañado, y según su abogado, "como mucho se fue a tomar un refresco".

La concesión del permiso se presenta como un paso previo a la consecución del tercer grado penitenciario, por la que está peleando su representante legal. El tercer grado es un régimen abierto que se concede a los internos capacitados para llevar a cabo un régimen de vida en semilibertad.

La sentencia de 2009 recoge que Pablo Blanco, de 41 años y con una minusvalía reconocida del 35 por ciento, participó en el asesinato de su hermana a instancia de los otros tres condenados: Cristina Mesa, Jesús Villabrille y Larissa L., entonces menor de edad. Los tres eran inquilinos en un domicilio de la calle Mariscal Solís, en Vallobín, y tenían secuestrada a la familia Blanco.

La noche de San Juan de 2009, los culpables del asesinato obligaron a María Luisa a estar de pie a pesar de que una enfermedad no diagnosticada la mantenía en una silla de ruedas. Al caerse al suelo le dieron una ducha fría y volvieron a empezar. Cuando volvía a derrumbarse contaban hasta cinco y la golpeaban en las piernas. Fue entonces cuando la estrangularon por partes: comenzó Cristian Mesa mientras Jesús Villabrille la usaba como saco de boxeo. Mesa dijo que no podía más, Villabrille ordenó a Pablo acabar el trabajo. Como "ayuda", Villabrille vació en la garganta de la víctima una botella de whisky, que llevó a María Luisa a tener en su sangre una cantidad mortal de alcohol (4,43 gramos por litro). Luego llegó la idea para deshacerse del cuerpo: despedazarlo y dárselo de comer a los perros. Pero la idea se truncó al obligar a Pablo a confesarse como único autor de los hechos.

El crimen de Vallobín es uno de los capítulos más macabros de la crónica negra de Oviedo.