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LA NUEVA ESPAÑA pasa un día con el regidor de la ciudad

Tostas con algas y pilates con su mujer, así empieza el día el alcalde de Oviedo

Wenceslao López va a pilates, desayuna sopa japonesa y algas, cultiva verduras y cuida de un invernadero con 300 plantas

Tostas con algas y pilates con su mujer, así empieza el día el alcalde de Oviedo

Una cosa es ver a Wenceslao López en su despacho con su traje y su corbata y otra muy distinta es verlo con su chándal oscuro, tumbado en una máquina con las piernas arqueadas y siguiendo las órdenes de Tino García, su profesor de pilates: "soltamos, tomamos aire, soltamos, tomamos aire".

Una cosa es que Wenceslao López esté una hora hablando en una sala de prensa sobre los pliegos de El Asturcón y otra cosa es sentarlo a comer en una mesa sin micrófonos y que te cuente que desayuna todos los días sopa de miso japonesa y tostas con algas, que cultiva tomates, pimientos, puerros o zanahorias, que un día cogió tal empacho de sardinas en lata que estuvo 20 años sin probarlas o que se relaja cuidando de un invernadero que tiene en su casa de Siero con 300 plantas, 70 de ellas orquídeas.

Una cosa es el Alcalde, con sus líos tripartíticos y su agenda frenética, y otra cosa es la persona "fuerte, sana y tranquila" que dicen sus familiares que es, con sus tres hijos y sus dos nietos; con su mujer, que no atiende a los medios por si se lleva algún disgusto; con esa afición por la pesca que ahora no puede satisfacer, y con su pasión eterna por la política local, que le gusta tanto que le ha convencido de abandonar su vida tranquila de jubilado en su casa de campo de Siero por otra más ajetreada en la ciudad que consiste, básicamente, en dirigir un Ayuntamiento sin cobrar un euro.

Y resulta que el Alcalde que se ve de puertas hacia fuera coincide en casi todo con que la persona que se intuye de puertas hacia dentro: un tipo reflexivo y calmado, "muy tozudo", amigo del análisis y enemigo de la confrontación.

Wenceslao López lo ve todo con perspectiva, hasta lo que no hace falta, y transmite la misma sensación de serenidad cuando te cuenta que la jornada va mejor de lo que pensaba que cuando te dice que a él de pequeño le pegaban en la escuela por ser zurdo: cogían una vara de avellano y le daban sin compasión, especialmente los días fríos de dedos congelados, que duele más.

Desde entonces, usa la derecha para muchas cosas, menos para pensar: con ella apura la taza de café, coge el paraguas, firma lo que tiene que firmar, sujeta las gafas, entrega un premio, sostiene el archivador, abre la puerta de su despacho y saluda a esta persona, y a la otra, y a la otra...

El día 161 de Wenceslao López como alcalde de Oviedo, del que es testigo directo LA NUEVA ESPAÑA de principio a fin, es un viernes lluvioso que va de menos a más: tarda en desperezarse a las ocho de la mañana, cuando el regidor se mete en un centro de pilates que tiene un buda gigante y huele a incienso, y entra en ebullición al final de la tarde, cuando López termina su jornada con un acto en el Reconquista mientras a su alrededor sólo importan las tiendas, el "black friday" y demás.

Entre el ejercicio mañanero del Wenceslao deportista y el compromiso vespertino del Wenceslao alcalde pasan 12 horas, siete actos municipales, más de una decena de llamadas, confesiones de la infancia y una sonrisa que muy pocas veces se le va.

La primera confesión da para titular: desayuna todos los días sopa de miso (especialidad japonesa) y una tosta con algas y lechuga. Y un plátano. Ni suele ser habitual que alguien por aquí desayune sopa de miso ni tampoco lo es mucho que alguien la sepa hacer. Y aquí aparece su mujer, Azucena Álvarez, médico homeópata, que es la especialista. Hace una pota, va a la nevera y lo que dure. Con ella, que lleva 17 años haciendo yoga, Wenceslao López va a pilates una vez por semana de ocho a nueve de la mañana. "Me hace sentir mejor, a estas edades hay que cuidarse", sostiene el regidor.

Él se cuida. Duerme siete horas, toma nueces para cenar, le encanta la fruta y la verdura. La verdura no es que le encante, es que la cultiva: tomate, pimiento, zanahoria, puerros, remolacha... Todo eso lo tiene en un invernadero que regenta en un residencia de Siero, que es donde vivía hasta que la Alcaldía le obligó a trasladarse a su casa de la capital, a pocos minutos del Ayuntamiento. Allí, en su vida sierense, tenía las plantas cerca, 300 ejemplares en un invernadero de cristal que alberga, este sí, en su propia casa. 70 de ellas son orquídeas. "La orquídea es una planta muy agradecida. No es sucia, no genera residuos y la flor dura meses", explica. Ahora, sus tareas municipales no le dejan ocuparse mucho de ellas, pero intenta ir los fines de semana.

-¿De dónde le viene su pasión por las plantas?

-Mi abuelo, un jubilado de silicosis, vivía en Nava y se dedicaba al huerto. De pequeño iba a verle los veranos. Disfrutaba mucho.

Lo cuenta tomando un café en La Mallorquina antes de tirar hacia el Ayuntamiento. Allí, recuerda, ordeñó la leche de las vacas que luego bebía sin filtrar ("si eso lo haces ahora revientas"), allí segó el prao con la guadaña y de allí exportó su pasión por el cultivo, por el campo en general.

Hoy aquello le queda lejos. Su vida hoy es su cargo. Él dice que no es para tanto, pero le cuesta desconectar. Así lo sostiene su mujer. Lleva tiempo sin pescar, no va al cine desde hace años y lo primero que hace por la mañana es leer LA NUEVA ESPAÑA.

Wenceslao López nació en Oviedo hace 67 años, estudió personal mercantil en Oviedo y después Económicas en Santiago, aunque él sólo iba a los exámenes. "Lo hice todo por mi cuenta. Tengo los libros destrozados de las vueltas que les di", dice. Quizá esa soledad, esa necesidad de ser autodidacta explica su constante serenidad. "Es una forma de vida. No me gusta alarmarme, me gusta conocer las cosas a fondo, estudiarlas", señala.

Al Ayuntamiento llega a las 09:53 y no sale hasta las 14:30. Su despacho tiene un ordenador portátil, archivadores y poco más. Hoy toca Junta de Gobierno, de portavoces, entrega de los Premios Líricos, reunión con los vecinos de Limanes... Todo eso para alguien que trabajó en IBM y en la Universidad y que, más allá de la AMSO, está jubilado de todo desde el año 2010.

-¿No vivía mejor antes?

-Ahora tengo menos tiempo libre, pero me gusta esto.

Le gusta, dice su mujer, "hacer cosas por la gente". Por eso un día llegó, se sentó a su lado y le confesó que quería presentarse a la Alcaldía. "Yo era contraria", confiesa Azucena, "con lo bien que vivíamos antes", ironiza.

En el Ayuntamiento hay revuelo de concejales. Se ríen, comentan la jugada, se hacen bromas. La sensación es que se llevan bien. El trasiego de funcionarios, concejales y vecinos es constante hasta la hora de comer.

El sitio, frente a la AMSO, lo ha reservado su mujer y al almuerzo vienen también su hija pequeña, Azucena, y su marido Ricardo. Wenceslao tiene dos nietos y tres hijas. Una de ellas vive en Llanes y trabaja en los Oscos, la otra punta de Asturias. " Es médico y va los fines de semana", aclara. El regidor elige el menú: arroz con calamares, rodaballo y helado. Y después café, cuyo consumo ha intentado reducir desde que dejó de fumar, que fue un día de 1997 que bajaba de trabajar en Hunosa por la Avenida de Galicia y dijo: "Hasta aquí".

En familia como está, el turno es de ellos. Azucena junior dice que su padre es "perfecto", amor de hija, que "nunca se agobia porque analiza las cosas con perspectiva" y que sufre mucho cuando lee cosas que no le gustan. Lo explica: "Hoy en día la gente cree que todos los políticos son iguales. Y no. De verdad. Él es el más honrado del mundo". Y dice que lleva mal su exposición pública, que sufre mucho cuando ve cosas en los medios que no le gustan. Wenceslao replica: "Cuando la política está débil, como ahora, es tiempo de estar dentro".

Su mujer, Azucena, directamente no lee el periódico por miedo a llevarse algún disgusto y tiene clara la principal virtud del Alcalde: "Su honradez".

-¿Y el principal defecto?

-Su excesiva dedicación. Y que es muy tozudo.

El Alcalde la mira, se ríe y lo reconoce: "A mí tienes que convencerme. Si tengo argumentos ante un problema, insisto en ellos hasta que se me convenza. Soy consciente que soy un tozudo", dice, y apunta tres cualidades que le gustan en una persona: sinceridad, honestidad y lealtad. "Y primero con uno mismo", matiza.

La sobremesa se altera porque le llaman al móvil. No usa el corporativo, usa el personal.

-¿Se ha arrepentido alguna vez de aceptar el cargo?

-No soy de los que revisan las decisiones. Sabía que era complicado porque es una experiencia nueva para mucha gente. No miro hacia atrás.

-¿Su peor momento?

-El debate de los sueldos y el asunto de la ocupación.

Y aquí va un cotilleo de Azucena. El día de los Premios, la Reina Sofía se le acercó al Alcalde y le dijo: "Menudo lío le han montado". Ese lío lo solucionó con el diálogo, sin agobios, con la misma serenidad con la que vuelve al Ayuntamiento, después a la AMSO y al Reconquista. Con la misma con la que acabará su jornada e irá a cenar con su mujer, como todos los viernes.

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