Fedora Candebat Sánchez falleció el jueves a los 82 años rodeada de sus seres queridos, que aseguran que "deja un vacío difícil de llenar por su fuerza vital". Ginecóloga y obstetra, trabajó varios años en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y en el ambulatorio de la Lila, donde cultivó grandes amistades por su trayectoria y buen hacer profesional. Candebat era viuda del arquitecto ovetense Enrique Casares Fernández, fallecido en septiembre de 2011, y madre de tres hijos; María, Enrique y Consuelo Casares Candebat.

Precisamente una de sus hijas, María, la describió ayer como "una persona especial, la mejor madre del mundo y con una fuerza increíble que la mantuvo alegre y feliz hasta el último día de su vida. Quizás el rasgo principal que la define es su inteligencia a la hora de afrontarla vida, su manera de ser".

Candebat nació y se crió en Cuba, pero salió de allí en 1967 al poco de estallar la revolución castrista. Su destino fue España, en concreto Madrid, donde estudió Medicina en la Universidad Complutense y se especializó en Ginecología y Obstetricia. "Su primer destino fue Liberia, en la costa oeste africana, porque siempre fue una mujer comprometida con el prójimo", cuenta su hija María.

Una vez que conoció al que sería su esposo, Enrique Casares, se trasladó a Asturias y ejerció un tiempo en el HUCA y en la Lila. También en Asturias disfrutó de sus aficiones. "Le encantaba jugar al golf en La Barganiza, bailar y esquiar", explica su familia, para quien Fedora "es un ejemplo a seguir porque era una adelantada a su tiempo, con espíritu joven, sentido del humor e ironía y una luchadora nata".

Su marido trabajó durante los años setenta en el Ministerio de Vivienda y desde ese puesto dejó su impronta en zonas de la capital como el polígono de Buenavista o el de Otero, ya que participó en el equipo que diseñó ambos barrios. También intervino en la rehabilitación del edificio del Centro Asturiano y diseñó la iglesia de San Lázaro, entre otras muchas obras, en su prolongada trayectoria profesional.

Casares estuvo además muy vinculado a la vida social y deportiva ovetense al ser un apasionado del rugby y el autor del campo del Oviedo Rugby Club, equipo del que fue presidente durante 15 años, hasta 2006.

Además, fue uno de los miembros fundadores del Rotary Club de Oviedo, una organización que conoció durante un viaje a Estados Unidos y cuyo espíritu de solidaridad le impactó. Precisamente, los rotarios ovetenses le distinguieron hace cinco años con el premio "Paul Harris", en reconocimiento a "sus cualidades humanas y profesionales a lo largo de su vida".