El nacionalismo vasco es el resultado "de patrañas bíblicas, históricas y lingüísticas sobre las que, hace siglos, los vascos construyeron su presunción de ser los más españoles de todos, y por eso sostenían que la única lengua española sería el euskera, mientras que el español sería una lengua extranjera, latina, traída por los invasores". Más tarde, ya en el siglo XIX, el mensaje experimentó un giro radical y, sobre la base de los mismos argumentos, Sabino Arana y los suyos pasaron a proclamar "exactamente lo contrario: que no son españoles y que españoles son todos los demás, los que fueron conquistados, lo cual es otra tontería".

Así se expresó ayer Jesús Laínz durante su conferencia "El mito del vascocantabrismo", pronunciada en Oviedo, en la sede de la Fundación Gustavo Bueno. Laínz anunció, ya de entrada, que su ponencia partía de "un viaje hasta los tiempos del Génesis". Y es que, a su juicio, el citado mito surgió en la Edad Media, "debido fundamentalmente a una mala interpretación de las fuentes históricas y, sobre todo, por una confusión de las fuentes bíblicas como fuentes históricas". Por ejemplo, "una interpretación literal de la existencia de figuras como Adán y Eva, y del arca de Noé".

Nacido en Santander, en 1965, Jesús Laínz se define a sí mismo "jurista de formación y escritor de vocación". Es autor de varios libros, entre ellos "Adiós, España. Verdad y mentira de los nacionalismos"; "La nación falsificada" y "España contra Cataluña. Historia de un fraude".

El ponente expuso cómo, sobre la base de las interpretaciones antes aludidas, "se consideró que los vascos eran los únicos españoles puros, es decir, los únicos descendientes de los primeros españoles que vinieron a la península con Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé, que se supone que fue el primero que pobló nuestro territorio".

De este modo, entre los siglos XIV a XVIII, "los vascos se autodenominaban los únicos descendientes de Túbal porque eran los únicos que habían conservado la lengua originaria, el vascuence". Conviene anotar que el término "euskera" es muy posterior: sólo empezó a ser usado en el siglo XX, precisó el escritor santanderino.

Al mismo tiempo, los vascos se consideraron descendientes de los cántabros, y como tales los únicos españoles que no habían sido conquistados ni por celtas ni por romanos ni por árabes ni por visigodos. "Concluyeron que sólo ellos eran auténticos españoles, y que por eso habían conservado la lengua que trajo Túbal", indicó el conferenciante. "Pero eso tampoco es cierto, porque cántabros y astures fueron los que más resistieron, pero finalmente también fueron conquistados. Por eso asturianos y cántabros hablaron romance desde el principio, una lengua latina; si no, hablaríamos una lengua prerromana", argumentó el escritor.

La realidad es muy distinta a lo que el mito suele decir, a juicio de Laínz: "Los romanos apenas prestaron atención a los vascones porque no les causaron ningún problema, y por eso pervivió el vascuence. En cambio, los cántabros y los astures se mostraron muy belicosos". De otro lado, "lo que es hoy el territorio vasco fue profundamente romanizado, en contra de lo que proclaman los nacionalistas, que se niegan a realizar excavaciones que puedan contradecir sus tesis".

En la Edad Moderna se justificó la existencia de los fueros vascos por ese motivo: porque no habían sido concedidos por ningún rey, sino que procedían del nieto de Noé. "Por eso se sienten legitimados para recuperar la soberanía", puntualizó Laínz, quien agregó: "Incluso hoy día siguen justificando lo que ellos llaman la 'soberanía originaria', sobre la cual argumentan que en justicia deberían ser independientes porque son distintos del resto de los españoles, porque nunca fueron conquistados. Lo cual es, repito, falso". Por eso en el siglo XVI los vascos fueron muy privilegiados: porque se les consideró los más españoles de los españoles. Y esas mismas razones son las que en el siglo XIX llevaron a Sabino Arana a dar un vuelco a la argumentación.

"Entre los principales creadores del mito del vascocantabrismo destacan varios historiadores y pseudohistoriadores de la Edad Moderna, entre ellos el guipuzcoano Esteban de Garibay, del siglo XVI, o Manuel Larramendi, del siglo XVIII", afirmó Jesús Laínz, quien había comenzado su recorrido histórico en la primera literatura bíblica, alertando de que sigue teniendo consecuencias sobre la España del siglo XXI. Un ejemplo: "Los etarras siguen pretendiendo recuperar con las armas aquella disparatada soberanía originaria".