Hace setenta años que Joaquín Manzanares Rodríguez-Mir, montañero y coleccionista de arte, fundó el Tabularium Artis Asturiensis, un archivo arqueológico privado que abarca desde la Prehistoria hasta la Edad Media. Cientos de piezas, entre ellas el ara sextiana o de Augusto, que es el documento más antiguo datado en Asturias, y toda la documentación que reunió sobre ellas. Los amigos del Tabularium lo celebrarán hoy mismo con una misa al mediodía en la catedral de Oviedo y con la incertidumbre sobre su futuro.

La propiedad y la Administración regional nunca lograron materializar un acuerdo para que la colección arqueológica, una de las mayores de España de titularidad privada, pudiese ser de disfrute público, ya fuera en el Archivo Arqueológico de Asturias o en un edificio de nueva planta.

Las piezas, entre las que está el pórtico románico de la iglesia de San Juan, del siglo XII, permanecen cuidadosamente ordenadas en los bajos del edificio familiar y hasta hace poco era la viuda de Joaquín Manzanares la que se ocupaba de barrer y limpiar el polvo de cuando en cuando. Ahora, con 90 años, ha dejado de hacerlo y es su hijo Francisco, que ejerce de director del Tabularium, el que se encarga de ello.

"Con todo esto se puede hacer un museo de siete salas", sostiene Francisco Manzanares. Muchas de las piezas que contiene el Tabularium fueron encontradas por él, durante sus andanzas por Asturias junto a su padre. Ahora sigue ampliando el archivo con algunas adquisiciones modestas. "En el Tabularium se enterró mucho dinero", cuenta su actual director. Su padre recorrió una a una todas las parroquias asturianas y extendió una red de contactos que le tenían al tanto de cualquier posible adquisición. También fue objeto de muchos ataques, lamenta su hijo, que lo achaca a que "mientras otros hablaban, él hacía".

Joaquín Manzanares, según cuenta su hijo, llegó a tomarse la preservación del patrimonio arqueológico regional como una misión. "Si el no las hubiera recuperado, todo lo que está aquí estaría desaparecido", sostiene. En sus últimos años, cuando intentaba resolver el futuro de su legado y no lo lograba, se consolaba con este pensamiento: "Dio sentido a mi vida y me divertí con ello: el que venga detrás que arree con ello".