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BÁRBARA FERNÁNDEZ GONZÁLEZ

"Una de las zonas que más me gustan de Oviedo es el parque de Santullano"

"Me marché joven fuera de Asturias porque aquí no encontraba trabajo, hasta que llegó el día en el que el corazón me pidió volver a la tierrina"

"Una de las zonas que más me gustan de Oviedo es el parque de Santullano"

Si alguna característica refleja la personalidad de la ovetense Bárbara Fernández González, es su sonrisa. Una sonrisa amplia y guapa, reflejo de alguien a quien, además de un gran sentido del humor, también le gusta compartirlo y celebrar que la vida. "Cada día hay que disfrutarla con intensidad". Muy joven se marchó a Irlanda para trabajar en Dublín y aprender el idioma. "Fui para tres meses y al final me quedé cuatro años.

Trabajé en hostelería y hotelería", matiza mientras empieza a realizar su receta de hoy para LA NUEVA ESPAÑA, ayudada, además, por el mejor pinche que se pueda tener, su hijo Bruno de 14 meses. Recuerda riéndose que cuando era joven lo que quería ser era policía o militar, "y ya ves como te va cambiando la vida", afirma.

Volvió un tiempo y se volvió a marchar, como tantos jóvenes, por trabajo. "Me fui a Málaga. Allí trabajé como recepcionista en un hotel de cuatro estrellas en Fuengirola donde viví algo más de cinco años. Me ayudó mucho la experiencia de Irlanda y también que tengo un buen dominio del inglés. También es verdad que soy una persona muy luchadora, muy persistente, no me arredro con nada, desde bien pequeña aprendí que hay que luchar por lo que se quiere", matiza.

El regreso a su tierra natal tocó cuando el corazón ya le insistió en volver. "Cuando eres muy joven no estás más que pensando en marchar y luego, después de mucho tiempo, lo que quieres es volver. A mí por lo menos me pasó así. Echaba de menos Asturias, la familia, el orbayu, eses coses. El corazón me pidió volver a la tierrina. Todo tiene su momento y la vida te los va indicando. Del tiempo en Fuengirola lo mejor que me queda son los buenos amigos que allí hice y con quienes sigo en contacto. Desde aquí les envío a todos un abrazo grande y que sepan que no les olvido", recuerda. Junto a su pareja Joni Cárcaba son padres del precioso niño Bruno que, al igual que su madre, es la alegría personificada.

"Este guaje tiene vocación de cocinero. En cuanto ve el cucharón de madera no tiene más gana que revolverlo todo", dice su madre con un sonrisa. Ahora, cuando su hijo ya ha cumplido el año, está intentado incorporarse de nuevo al mercado laboral, acostumbrada como está a trabajar desde muy joven. "Si ya es difícil encontrar hoy un trabajo, cuando eres madre pasados los 30 todavía es más. Además de mi experiencia como camarera y recepcionista de hotel también tengo hecho el curso de gobernanta de hotel. Hice las prácticas en el hotel Fruela, fue estupendo. Sólo espero poder encontrar un trabajo que libre el domingo para poder estar un poco más con mi pareja y mi hijo. Sé que volver al mercado laboral no es fácil pero lo voy a intentar y espero conseguirlo", afirma. Los fines de semana se van a cultivar un "huertín" que tienen en Las Caldas. "Tanto Joni como yo estamos con una ilusión tremenda viendo crecer lo que plantamos", señala ella, una carbayona que, en su ciudad natal, le gusta perderse por San Julián de los Prados, uno de sus lugares favoritos.

Como despedida, la dedicatoria de su plato: "a todos los llambiones del mundo. Es rápido, barato y está muy rico".

Elaboración

Lo primero se cogen las lonchas de pan y, con el molde, en este caso en forma de corazón, se les saca la forma. Se van cogiendo de dos en dos y, en una de ellas, se unta la mermelada al gusto que se quiera: albaricoque, frutos del bosque, fresas, naranja o lo que apetezca. También se puede untar miel. Una vez extendida la mermelada, se cubre con el otro trozo para cerrarlo con si fuera un bocadillo.

Seguidamente se mojan en la leche, a la que se habrá añadido un poco de azúcar, pero sin exceso pues sino el pan se puede deshacer. Se baten los huevos y luego cada torrija rellena se pasa por el mismo para pasar luego a freírlos. Se pone la sartén al fuego y cuando el aceite esté muy caliente se ponen a freír por ambos lados, siendo las pinzas muy útiles para darles la vuelta.

Una vez fritas se colocan sobre papel secante para que pierdan el aceite sobrante. Se espolvorean, en este caso, con ralladura de chocolate negro, pudiendo añadirse también un poco de azúcar glas.

Si desea participar en esta sección con su receta llame al 985279700 y póngase en contacto con la redactora o bien escriba a aparedes@epi.es. Hoy:

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