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Instalados en el desencanto

Pues iba a tener razón Joaquín del Olmo cuando no hace muchos días, con ocasión de la destitución del director deportivo Carmelo del Pozo, se mostró partidario de comenzar a preparar ya la próxima temporada del Oviedo. Casi seguro que lo dijo de forma inconsciente, pero tras lo visto ayer en concreto en Palamós y, en general, en las semanas que lleva al frente del equipo David Generelo, no parece que vaya muy descaminado en sus predicciones el responsable del grupo mexicano Carso al frente del Oviedo.

Un equipo que recientemente ha perdido con el último de la clasificación, el Athletic B, con el antepenúltimo, el Llagostera, y que dio alas a un tercero, el Huesca, que justo tras su triunfo en el Carlos Tartiere salió de los puestos de descenso, no da la sensación precisamente de que se encuentre en la mejor disposición para luchar por los dos puestos de ascenso directo a la Primera División del fútbol español e, incluso, a intentar acceder a los otros cuatro que dan opción a jugar por la tercera plaza que queda para subir a la mejor Liga del mundo.

La afición del Oviedo se ha instalado en el desencanto. Se mire como se mire, la actual crisis de juego y de resultados del equipo azul tiene su origen en la marcha de Sergio Egea. Que los máximos responsables del club no apoyaran al entonces entrenador en su disputa con una parte de la plantilla y, sobre todo, con el director deportivo fue un error de bulto, una equivocación que cada día que pasa queda más patente. Un desacierto que posteriormente se intentó disimular con la destitución del propio Carmelo del Pozo. Pero el mal ya estaba hecho. Lo sucedido desde que se fue Egea lo demuestra. El Oviedo ha tenido una oportunidad tras otra de ascender en la clasificación y no ha levantado cabeza.

Por supuesto que ni todo está perdido ni se debe tirar la toalla. ¡Faltaría más! Lo que pasa es que son tantas las frustraciones que es lógico que los seguidores azules no vean el futuro inmediato del equipo con optimismo, que les falte ilusión. Sobre todo, porque hace ya tiempo que no ven buen fútbol y sin él, sólo con la mediocridad actual, no es sencillo recuperar la buena senda, la de enlazar las victorias imprescindibles para engancharse a la parte alta de la Liga, la que los azules van abandonando poco a poco.

Puede que el Oviedo tuviera ayer mala suerte, como señaló Generelo al final del partido. Probablemente le faltó la que sí tuvo el domingo pasado en el Tartiere ante el Córdoba. Pero malo cuando un entrenador empieza a culpar a la suerte de los resultados de su equipo. Un club que aspira a subir a Primera y que dice que ha preparado una plantilla para intentar conseguirlo está obligado a ganar en campos como el del Llagostera. Y si no lo hace, lo mejor que pueden hacer jugadores y técnicos es reconocer su fracaso. El Oviedo fracasó en Palamós como antes lo hizo en San Mamés, y así el sueño de la Primera se va desvaneciendo.

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