La del césped del Carlos Tartiere es la historia de nunca acabar. La hierba lleva siendo un problema desde el mismo año que se inauguró el estadio, en septiembre del año 2000. Con el PP durante mucho tiempo y ahora con el tripartito (Somos, PSOE e IU), el debate siempre estuvo ahí, invierno a invierno, por una razón que salta a la vista: el césped casi siempre estuvo mal, a veces algo mejor y a veces algo peor, pero casi siempre mal, muy irregular.

Donde ahora está el Carlos Tartiere antes había una tejera, terreno arcilloso y húmedo, y lo que hoy es una parte del campo antes era un manantial. El estadio, además, fue construido de una manera y en una orientación que dejó a algunas zonas sin sol, como la parte de la tribuna presidencial, la que más sufre ahora. Y sin sol, sin calor, a cualquier raíz les cuesta enraizar. Natural. Y si no enraíza la raíz, el césped se levanta y los futbolistas resbalan.

El problema no es nuevo: está ahí desde hace 16 años y se ha intentado solucionar con parches. El Ayuntamiento, con más o menos implicación en estos años, ha ido gastando dinero en remiendos que, al final, han servido de poco. El Oviedo, otra vez, es víctima de las decisiones políticas.

La última ha sido la de poner un césped nuevo. El club se lo pidió al Ayuntamiento hace un año, en diciembre de 2015. En una reunión con el Alcalde, Wenceslao López, y la edil responsable, Ana Rivas, ambos del PSOE, la entidad pidió al Ayuntamiento que destinara a la mejora del terreno de juego toda la inversión prevista en el Carlos Tartiere, que inicialmente era de 680.000 euros para 2016 pero que, finalmente, se recortó hasta 500.000. El club elaboró una lista de peticiones, pero dejó claro que su interés es que esos 500.000 euros se dedicaran exclusivamente a mejorar la hierba.

A pesar de la petición del club, el Ayuntamiento, que es responsable del estadio hasta que el club suba a Primera, decidió repartir ese medio millón de euros en varias actuaciones en la instalación (cambio de banquillos, arreglo de la cubierta, la zona mixta, la megafonía...) en vez de centrarlo todo en el césped. Para el cambio de la hierba, de hecho, sólo se invirtieron 163.000 de los 500.000, un 32% de la inversión prevista. La oferta escogida fue la más barata.

Las obras empezaron más tarde de lo previsto. El Oviedo jugó el último partido de Liga el 4 de junio y no fue hasta el 28 de julio, casi dos meses después, cuando empezaron las actuaciones. El proceso se bloqueó por problemas con la documentación de la empresa que en su día destapó este periódico. Este retraso molestó especialmente al club, que aceptó dejar de entrenarse en su estadio y adoptó, a pesar de todo, un silencio prudente para no inflamar el ambiente. En el Oviedo entienden que el Ayuntamiento fue tarde, que podría haber agilizado el proceso y ganar tiempo. El césped se cambió sobre la bocina y hubo incluso voces dentro del tripartito que plantearon dejar todo para otro año. No era posible: se trataba de una promesa del Alcalde.

Las actuaciones consistieron en cambiar una capa de arena, en realizar un tratamiento de gravillas y en la colocación de tiras de tepes de cuatro centímetros de espesor, pero no se tocó el sistema de drenaje que, según los expertos, es el origen del problema. El Ayuntamiento cambiaba el césped por primera vez en 16 años, pero el problema seguía (sigue) ahí. La solución no dejaba de ser otro parche más. Otros 163.000 euros más.

Al principio de este curso, parecía que el césped aguantaba el tirón, pero con el paso de los partidos la hierba se fue levantando más. Se notó en el duelo ante el Tenerife y, de manera especial, el último partido frente al Córdoba. Curiosamente, la hierba presentó su peor estado, al menos visualmente, en días sin lluvia como el pasado sábado.

En el club azul siempre han tenido la mosca detrás de la oreja con este tema. Muchas veces han tenido ganas de hablar, conscientes del tirón popular del club, pero han preferido mantenerse al margen para no encrespar la situación, más allá de las quejas de los futbolistas tras los partidos, el dardo del presidente, Jorge Menéndez Vallina, en la junta de accionistas y algunas entrevistas de responsables del club.

Hace dos meses, el asesor de la entidad, Joaquín del Olmo, aseguró en la RPA que lo que necesitaba el césped era una "solución drástica": levantar el césped, arreglar el drenaje, ponerle capas de arena, adquirir buenos tapetes y comprar lámparas de calor para facilitar el enraizamiento.

El club siempre ha abogado por las lámparas de calor, solución que se usa en otros campos como el Bernabéu y que nunca ha salido adelante. El anterior gobierno de Agustín Iglesias Caunedo (PP), con quien la entidad tenía buena sintonía, estudió antes de perder la Alcaldía (junio de 2015) la adquisición de esas lámparas: costaban 600.000 euros más 250.000 anuales en electricidad. No obstante, el último movimiento del PP fue construir unas arquetas para mejorar el drenaje (marzo de 2015), una inversión de poco más de 15.000 euros. Otro parche, como el plan de arena, aire comprimido y producto antideslizante que prevé hacer ahora el tripartito.

El Tartiere, construido en el 2000, fue dejado de lado por parte del Ayuntamiento durante 14 años. En 2014, con el PP en el gobierno, el Ayuntamiento invirtió 24.354 euros. En 2015 (el PP hasta junio y tripartito a partir de junio) se invirtió 66.465 euros, la mayoría para adecentar el estadio por un partido de la Selección disputado en septiembre de ese año. Este año, el tripartito ha invertido 500.000 euros pero el césped, que es la principal reivindicación del club, sigue igual. O peor.