Y la decisión tomada por Hierro dio aire a los azules, dominadores absolutos. El Oviedo se hizo con la pelota, abrió los flancos y aparecieron los espacios. Y Susaeta siempre supo cómo ocuparlos. Con pocos toques, apareciendo y oxigenando el juego. La pelota fue, poco a poco, acercándose a la meta de Dani Hernández.

El primero en probar al portero venezolano fue el propio Susaeta, con una falta frontal que el guardameta despejó con apuros. Costas lo intentó después con la zurda, en un rechace en el área. Volvió Susaeta a la carga: zurdazo cargado de veneno. La más clara llegó justo antes del descanso. Nando se encontró un rechace de una falta lateral y centró con tacto al área. Allí emergió Torró para tocar de cabeza y entre Dani Hernández y el larguero impidieron el gol.

La jugada descrita a los 15 minutos había cambiado drásticamente el choque. El Tenerife se echó atrás, temeroso de perder su jugosa renta. El Oviedo transformó la rabia por el polémico penalti en buenas ideas y cuero a ras de suelo. Fue, esa primera parte, una de las mejores imágenes de los azules fuera de casa en lo que va de temporada. En un ambiente cargado, ante más de 17.000 seguidores contrarios, el equipo se comportó de forma adulta.

El descanso alteró poco el guión. El Oviedo seguía siendo protagonista aunque se echaba en falta mayor presencia en el área. Alguien que encendiera la mecha a Toché. También pesó el arbitraje en este punto, que penó cada disputa cerca del área del Tenerife. A los 56 minutos, Christian Fernández y Toché lo intentaron de forma consecutiva con la cabeza. A los 69 fue Toché con un zurdazo, en posición escorada. A los 72 despejó Hernández un barullo, en una de esas acciones que finalizó en falta atacante. La misma solución que se vio a los 86. Remate de Michu (que acaba de entrar al campo tras dura pugna con el cuarto árbitro) en el área y el colegiado señalando falta en ataque otra vez. El Oviedo se estrelló una y otra vez contra las barreras que surgieron en el camino.

El partido murió en el área del Tenerife como no podía ser de otra forma, con una sensación de injusticia ante lo sucedido. Pero cuando ese sentimiento ceda, que lo hará, se impondrá otro. El de orgullo por la imagen del equipo en un escenario hostil. Con este Oviedo sí se puede pelear. Está preparado para los desafíos. Siempre que los elementos externos no aparezcan en el camino, claro.