A veces, un detalle sirve para explicar muchas cosas. La posición de Juan Forlín, su radio de acción, es una pista para saber por dónde va a moverse el Oviedo. Todo lo que signifique ver al libre cerca de Alfonso, puede ser incómodo para los azules. Pero cuando Forlín planta sus cosas lejos del área, todo parece fluir de forma más natural. Que el equipo dé un paso adelante beneficia el inicio de la presión. Toché y los extremos simplifican su labor. También los pivotes parecen más descargados, siempre encima de la jugada, atentos a las segundas jugadas. Para los carrileros se acorta el camino, reduciendo sus sprints en los flancos.

Ante el Córdoba, Forlín empujó al equipo hacia adelante y el Oviedo dominó a los locales durante la mayor parte del choque. Tuvo el mando y marcó, el paso más importante estaba dado, pero falló en la sentencia, en el segundo tanto. El empuje del Córdoba en los minutos finales favoreció el golpe final en forma de gol de Aythami. El Oviedo, que sumó fuera de casa dos meses después (el último punto había sido el empate en Reus el 27 de enero), acarició una victoria que le hubiera impulsado en la tabla pero al menos el duelo de El Arcángel sirve para mostrar a los azules el camino con diez jornadas por delante.

Un equipo pegajoso. Al final del choque, José Ramón Sandoval, técnico del Córdoba, comentó con amargura la propuesta azul: "Han jugado a que no jugáramos". El entrenador se refería a, en su juicio, las interrupciones de los de Anquela. Quizás sin tener esa intención, Sandoval dio en el clavo: lo que mejor hace este Oviedo es incomodar al rival. No tanto por las interrupciones sino por su estilo: pegajoso, de presión constante. Un campo de minas para el equipo rival, que no encuentra el ritmo adecuado. Es esa identidad la que se echó en falta en la racha de cinco semanas sin ganar. Incluso en algún choque, como el del Albacete, fue el contrario el que asumió ese papel. El mejor Oviedo, el más competitivo, es que se hace antipático para los rivales.

La profundidad demandada. Anquela suele incluir en sus intervenciones ante la prensa mensajes destinados a elementos emocionales del juego (la pelea, la intensidad, el trabajo?) pero le cuesta más entrar en cuestiones tácticas. Antes del choque ante el Granada, el técnico reconoció que a los suyos les faltaba "profundidad". Que el desborde en las bandas era lo que les convertía en un equipo peligroso. Ante el Córdoba, el equipo sí fue profundo. Lo fue especialmente con Mossa pisando el campo rival. De ahí salió el gol y buenas ocasiones a la contra.

El debate del gol. Toché, 6 goles, y Linares, 5, se fajan cada partido en labores que van más allá de las anotadoras, aunque es cierto que las cifras, por varias razones, se alejan de las que lucen sus currículos. Ante el Córdoba, Linares tuvo la sentencia pero no acertó. He ahí una de las claves para que el Oviedo no navegue en la tabla con más tranquilidad: sus problemas para cerrar los partidos. Y ahí la responsabilidad no solo recae en los delanteros: los centrocampistas o defensas incorporados en la estrategia han tenido en ocasiones la opción de finiquitar partidos que después se han complicado.

El Tartiere, clave para el futuro. Con diez jornadas por disputarse es imposible no echar un vistazo al calendario. Vaya por delante que hacer cálculos en Segunda, categoría imprevisible, es peligroso. El último ejemplo se vio ayer: un hundido Sevilla Atlético se fue con los tres puntos de La Romareda. Pero el calendario muestra algunas razones para el optimismo, como que 6 de los 10 partidos que quedan se disputen en el Tartiere. Acercarse al pleno en casa impulsaría al Oviedo al play-off. Que a los azules les quede por jugar ante cuatro de los últimos cinco clasificados es otro dato real que debe analizarse con cuidado: vale aquí también el ejemplo de La Romareda.