En un momento determinado del entrenamiento, Anquela dividió a los suyos en dos grupos. Los medios ofensivos y delanteros trabajaban en ejercicios físicos con finalizaciones mientras que el técnico se desgañitaba, al otro lado del césped, con los zagueros y pivotes defensivos. Fue una sesión, aprovechando las vacaciones escolares, con gran afluencia de público joven en El Requexón. En el lado del campo que da al río, Anquela situó una línea marcada de cuatro defensas con un pivote que se incrustaba entre los centrales cuando llegaba un servicio desde la banda. Cotugno, Verdés, Christian y Mossa dieron paso después a Johannesson, Carlos Hernández, Valentini y Mossa. Además, Folch y Mariga se turnaban en la misión de apoyo a la zaga. Quizás sea solo una pincelada, un refuerzo táctico o puede que haya algo más. No es descartable la posibilidad de que Anquela haya decidido darle una vuelta a su sistema y que el equipo se presente en Lugo con una defensa de cuatro. El técnico medita esta semana con su libreta en busca de que el equipo salga del callejón y vuelva a sonreír, justo como en la primera vuelta a estas alturas.

Fue entonces cuando el 5-2-3 empezó, de forma progresiva, a imponerse. Primero, como solución sobre la marcha. A partir del choque ante el Numancia, como plan A, el principal. El novedoso dibujo, reforzado por la posición de Juan Forlín como libre, dio consistencia a una zaga que hasta ese momento no se había caracterizado por su regularidad. Ese fue el primer efecto, el más demandado por Anquela: el sistema de tres centrales le daba empaque al Oviedo por el centro. Un primer paso para construir un equipo sólido, una roca, un conjunto incómodo para cualquier rival.

El equipo mejoró en la fase defensiva con esa vuelta de tuerca y el ataque también se aceleró. Influyó en este aspecto la contribución de Johannesson y Mossa, dos futbolistas difíciles de catalogar. Laterales alegres o extremos que nacen en la defensa. Los dos encontraron acomodo en el traje diseñado por el cuerpo técnico y el equipo se apoyó en ellos para ser más profundo. Hubo, además, otros dos grandes beneficiados; los extremos. A Berjón y Aarón, la presencia de gente en sus bandas les facilita las cosas en defensa. Ahí es donde el equipo muerde.

Las virtudes lucieron durante el tiempo de estirón en la tabla, esas semanas en las que el Oviedo pasó de merodear por la zona baja (15.º) a pelear el ascenso directo (3º.). Pero el sistema, como todos, también presenta defectos. Conscientes de que la fuerza de los azules reside en las alas, los rivales se han ocupado en los últimos tiempos de tratar de anularlas Y cuando se tapa a los extremos, el elemento de improvisación desaparece. Todo se hace más previsible. En el centro del campo la batalla suele ser desigual ante conjuntos que explotan el 4-2-3-1 y por ahí se puede explicar algunos atascos.

Anquela ha reconocido que el equipo está preparado para emplear diferentes sistemas, que se trata de un grupo con gran riqueza táctica, y que es común que en cada choque su Oviedo cambie de piel sobre la marcha. La mala racha de resultados y la necesidad de buscar la reacción puede llevar al entrenador a refugiarse en otro dibujo.

El 4-2-3-1 es uno de los sistemas que más le agradan a Anquela. Fue con ese sistema con el que llevó el Huesca el año pasado a un histórico play-off, con Samu Saiz en el rol de media punta desequilibrante. Julio Álvarez cumplía ese papel en el Numancia de Anquela, su anterior experiencia en Segunda. Echando un vistazo a la plantilla azul parece claro que es Fabbrini el futbolista más dotado para ese puesto, el de media punta, que crece como referencia en el 4-2-3-1. El dibujo refuerza el centro del campo, deja al equipo más preparado para pelear la posesión, aunque también tiene contraprestaciones: los extremos tienen mayores exigencias en la vigilancia de los laterales y una efectiva presión sobre la salida puede chafar la propuesta. Además, a la apuesta por esa línea de tres (Berjón, Fabbrini y Aarón) se le encuentra poca continuidad en el banquillo: Yeboah no tiene peso, Pucko está ausente y solo queda la alternativa del fogoso Viti, en fase de formación.

Existe otra alternativa con la defensa de cuatro hombres, un modelo llamado a incrementar la presencia ofensiva: el 4-4-2 potenciado por dos delanteros puros. Fue el sistema elegido en el debut ante el Rayo y en la tercera jornada ante el Reus. Toché y Linares pisaron el área en esos choques, aunque con el aragonés haciendo esfuerzos en la fase defensiva para incomodar al pivote rival.

El dibujo permite mayor peligro en el área, un destino habitual de los centros de los extremos, aunque tiene como peligro más evidente que se desprotege el centro del campo con lo que la tentación de jugar directo con los delanteros es golosa.