En el año 2006, el grupo pucelano "Celtas Cortos" cantaba aquello de "Ahora hay que levantarse, ahora hay que volver". Y eso fue exactamente lo que hizo la familia de Laura Rodríguez, que tras seis años de ausencia en el Carlos Tartiere, se engancharon al Real Oviedo en el partido contra el Nástic y ya no lo van a soltar. "Nos dieron entradas en el colegio de las niñas y nos han cautivado. Mi corazón ya es azul inquebrantable", comentó la mujer, a las puerta del estadio.

Como ella, otros 17.008 espectadores, la cuarta mejor entrada de la temporada, se dieron cita en colorido coliseo oviedista. Gracias en parte a los cerca de 400 aficionados pucelanos desplazados. Entre ellos, Alberto y Pablo Oreja, padre e hijo respectivamente. "El Oviedo siempre nos da buen rollo", apuntaron con dos banderas blanquivioletas atadas a la espalda, sobre la buena relación que siempre existió entre los dos clubes, que se notó en algunos cánticos, primero desde el fondo sur, que decían "gijonudo el que no vote" y al final del partido, en todo el campo, con "Oviedo y Pucela son de Primera".

En cuanto a decibelios, Symmachiarii capitalizaba la subida de volumen en el Tartiere con su incansable y contagiosa animación. Aunque el mayor estruendo llegó en el descanso para una pitada con una pitada para Eiritz Mata, por una discutible amarilla a Forlín en una pugna con el ariete visitante, Mata. En el intermedio, tres detalles: el aplauso, pasado por agua por el riego del césped, a la cantera azul por su participación en la Dallas Cup. La canción "The Nights", que sonó más triste en su música, ya que su autor, el DJ sueco Avicii había fallecido pocos minutos antes del partido, a los 28 años. Y las dos pancartas de Symmachiarii sobre la Asociación de Veteranos del Real Oviedo (AVRO), que mostraron públicamente esta semana su apoyo a los exjugadores y compañeros Oli y Berto "AVRO, historia del Oviedo... También de denuncias y de traiciones".

En la segunda parte, se hizo el silencio con los dos goles seguidos del Valladolid, un silencio que se rompió con la diana de Linares y la esperanza, en vano, de la remontada. Por eso, Marcelino Rodríguez, que a sus 75 años lleva 40 de socio, que viene de Pola de Lena, se marchó abatido del campo.

Vestidos también con camisetas del Oviedo, iban con prisa dos alevines del Valdés, llamados Fernando Ramírez y Juan García, que además portaban dos pancartas para pedirle la camiseta a Toché y a Aarón Ñíguez. "Son los mejores", apuntaron. De esa misma opinión el pequeño Yago López, de diez años. Mientras, su hermana melliza, Sira López le pedía a su papá, Borja, entrar al campo sin cazadora, aprovechando la primaveral tarde. Lógicamente, su padre le calzó su anorak verde.