Bioquímica, discípula del científico luarqués

2 Elvira Bobo Cabezas

Este verano Margarita Salas devoró la trilogía «Millenium» con una mano y con la otra un libro de Craig Venter -«La vida descodificada»- sobre el genoma humano. En su pequeño despacho del Centro de Biología Molecular, donde a sus 71 años pasa el día entero, se le ilumina su cara de buena chica hablando de su inseparable virus Phi29 o recordando que vio «Viridiana», de Buñuel, en Nueva York mientras en España estaba prohibida. La víspera de esta entrevista, Margarita Salas se fue al cine con la ministra Garmendia y hablaron de dinero, de ciencia, de cine y de Hipatia de Alejandría. Salas recuerda a Severo Ochoa con devoción y afirma de sí misma que no es «la científica despistada que está pensando en las musarañas». Cuando se quita la bata blanca es una persona «con los pies en la tierra». Durante la entrevista recibe la noticia del nuevo Nobel de Química: «Se lo han dado a Tom Steitz», le adelanta un compañero. Ella trabaja con Steitz desde 2004. Cuando acabe de contestar llamará para felicitarle.

-¿De no haber sido científica qué hubiera sido Margarita Salas?

-Científica.

-¿Querría empezar su carrera ahora?

-Está bien la época que a cada uno le ha tocado vivir. Tuve la suerte de vivir el nacimiento y explosión de la biología molecular y se vivían con mucha intensidad todos los descubrimientos. Ahora hay más técnica, entonces había más imaginación, más descubrimientos novedosos. Había más emoción, se vivía más la ciencia. La biología molecular nació en 1950 y yo empecé en 1961 mi tesis, y a partir del 64 con Severo Ochoa inicié ya la biología molecular con todos los descubrimientos que se fueron haciendo, cuando todo era nuevo.

-Cincuenta años del Nobel a su maestro. Usted le conoció siendo muy joven?

-Cuando acabé 3.º de Químicas tenía 20 años. No sabía que tenía un premio Nobel delante, sí que era un científico importante.

-Paisano, familiar, amigo, maestro. ¿Qué idea le queda de él fuera del laboratorio?

-Aparte de su calidad científica, su calidad humana, su interés por el arte, la música, los viajes... un hombre de intereses universales. Le gustaban mucho la ópera y la música clásica, los cuartetos, la música de cámara, Mozart, Beethoven. Era un científico humanista.

-¿Qué consejo le dio como discípula?

-Aparte de lo que me enseñó para desarrollar la biología molecular en España, su modo de trabajar con gran rigor, tesón y entusiasmo. Me enseño cómo dar a conocer los resultados del trabajo. Era un artista haciendo eso, un gran orador y comunicador y un buen escritor. Algo de eso aprendí?

-¿Qué le parece el tratamiento en los medios de las noticias científicas?

-En general se ha mejorado mucho.

-Periódicamente se producen alarmas, virus, gripes, se asusta a la sociedad, luego cesa el peligro?

-En el famoso H1N1 ha habido demasiada alarma social y mediática. No parece que sea para tanto. La gripe A, según parece, no será peor que la normal estacional.

-Hay intereses económicos detrás. ¿Se juega con el miedo para hacer dinero?

-No lo sé, yo no podría decir si se juega o no, ni estoy en ese mundo mediático, de empresas?

-¿Sigue siendo difícil explicar la importancia de la investigación básica?

-La sociedad siempre pide resultados. No hay aplicaciones si no hay ciencia básica. De mi trabajo con el fago Phi29 se derivó una patente. Dimos la licencia a una empresa americana y a partir de pequeñas cantidades de DNA producir miles o incluso millones de copias de DNA para poderlo estudiar, analizar, secuenciar... Se está vendiendo a nivel mundial y está dando royalties. De una investigación básica ha resultado una aplicación biotecnológica que no era previsible a priori.

-A un joven con vocación ¿le diría hoy por lo bajo que se fuera al extranjero?

-Le diría que hiciese la tesis en España, aquí hay muy buenos grupos de investigación. Después que hiciera una fase posdoctoral en el extranjero para cambiar de ambiente y luego intentara volver a desarrollar el trabajo aprendido. Las mayores dificultades son la falta de puestos de trabajo. La Ministra ha prometido diseñar una carrera investigadora para que el científico tenga una posibilidad de seguir adelante. Confío en que la haga realidad.

-Usted fue llevada de la mano por un premio Nobel.

-Cuando le conocí ya sabía que me gustaba el laboratorio, la investigación, pero no que me dedicaría a la bioquímica y a la biología molecular. Conocí a Severo Ochoa en el verano del 58, en Gijón. Al día siguiente comió en mi casa. Mi padre y él eran amigos, parientes políticos y nos visitaba cuando venía con su mujer en verano. Nos dijo que al día siguiente iba a dar una conferencia en Oviedo. Fuimos y me fascinó. Me trataba con familiaridad. Me mandó un libro de bioquímica desde Nueva York. Cuando acabé la carrera me propuso hacer la tesis en Madrid para después hacer una fase posdoctoral con él en Nueva York. Y eso hice. Fui muy dirigida por Severo Ochoa.

-Y compartieron la experiencia americana tres años. ¿Cómo la recuerda?

-Todos los días a primera hora nos iba a ver, nos preguntaba por el trabajo del día anterior, por los resultados obtenidos, qué íbamos a hacer ese día. Luego almorzábamos todos juntos en el comedor de la facultad y se hablaba de ciencia pero también de cine, de exposiciones, de conciertos.

-¿Ochoa añoraba Asturias?

-En EE UU se comportaba como un americano. Tenía la ciudadanía. Pero cuando hablaba de Asturias lo hacía con un gran sentimiento. Le encantaba venir a Luarca y a Gijón. Era muy fiel a sus amigos españoles. Quería disfrutar de lo que le ofrecía España pero tuvo la desgracia de perder a su mujer, Carmen, a los pocos meses de volver y eso para él fue un golpe del que no se recuperó. Nosotros le acompañábamos mucho a conciertos, a cenar. Le encantaba el marisco, y en general la buena comida.

-¿Era un «bon vivant»?

-La bioquímica era su «hobby», pero le gustaba disfrutar de otros aspectos de la vida. Tenía una paciencia infinita con la gente que se acercaba a él en los entreactos de los conciertos. Todo el mundo le pedía autógrafos y él, con infinita paciencia y extraordinaria amabilidad, los firmaba.

-¿Cómo recibió el Nobel, lo esperaba?

-Supongo que sí. Incluso se habló de que podría haber recibido el Nobel por segunda vez. Él decía que no, que realmente ya había recibido el premio Nobel y que no era necesario recibir un Nobel dos veces.

-¿Era un jefe «con premio Nobel»?

-No era nada pretencioso, no daba importancia a haber obtenido el premio. Decía que no tenía mérito porque había hecho en la vida lo que le gustaba, que era la investigación.

-¿Cómo vivía el Nobel en EE UU?

-Tenía viajes, conferencias, pero pasaba mucho tiempo en el laboratorio. Era su principal motivo de vida.

-¿Tenía sentido del humor?

-No demasiado.

-¿En Ochoa están los cimientos del de Medicina 2009, otorgado a estudios genéticos sobre el envejecimiento?

-El trabajo de don Severo fue básico en el desciframiento del código genético, para entender todos los procesos de mutación. Él puso esos cimientos de la biología molecular de los 50 y 60 y sobre ello se ha seguido avanzando. Todos los desarrollos posteriores, la secuenciación del genoma humano, el conocimiento de cómo esas mutaciones producen enfermedades se basa en el desciframiento inicial del código genético. Se va a avanzar cada vez más en el diagnóstico de enfermedades, en su prevención y en su eventual curación.

-Cuando el científico ve las posibilidades ¿siente vértigo? ¿Los avances pueden irse de las manos?

-El científico es muy consciente de cuándo hay que poner límites. En los 70, cuando se inició todo el desarrollo de la ingeniería genética, se pararon a estudiar las repercusiones. Hubo una conferencia en California, Asilomar, en la que se reunieron científicos, sociólogos, políticos, periodistas, y se establecieron normas de seguridad que se van revisando y haciendo más flexibles conforme se fue viendo que no implicaban repercusiones negativas.

-En ciencia, ¿todo lo que se puede hacer, se acabará haciendo?

-Los científicos somos, en general, personas que no haremos una aberración.

-¿Además de una inteligencia que aplica la razón, ese desciframiento tiene algo de magia, de arte, de genio?

-En la ciencia no hay magia. Tampoco hay arte. Max Delbrück, el padre de la genética molecular en los 50, decía: si uno no tiene la capacidad para ser artista, qué otra cosa mejor puede ser que científico. Sí hay imaginación, intuición, pero también perseverancia, tesón, rigurosidad. Un poco de todo.

-¿El trabajo científico ha cambiado su visión del mundo?

-No necesariamente. Uno evoluciona con los años, pero por todo lo que hay alrededor de uno, el paso del tiempo, los cambios sociales.

-¿Entiende a un científico religioso?

-Hay científicos muy valiosos que tienen creencias religiosas. En una encuesta entre científicos de todo el mundo la mitad creían en algo superior. La ciencia tiende más a decir que no hay nada, pero tampoco necesariamente.

-¿Qué importancia le da a la investigación en las humanidades?

-Hay que investigar en todos los campos posibles.

-Premiada por liderazgo femenino, usted se ha manifestado contraria a la paridad.

-Al principio me lo pusieron difícil, mi director de tesis no creía en que una mujer pudiera valer para hacer investigación. Sin embargo, Ochoa nunca me discriminó.

-Su marido abandona la investigación que compartían.

-No era nada machista, quería que yo saliese adelante independientemente de él. Al principio decidimos trabajar juntos en el fago Phi29. Al cabo de unos años dentro del laboratorio no había problemas, dirigíamos entre los dos a nuestros doctorandos -todos hombres en aquella época-. De cara al exterior yo era la «mujer de» y él, que era muy generoso, pensó en dejarme independiente el trabajo e iniciar otro tema que le interesaba mucho, porque era extremeño: el virus de la peste porcina africana que producía grandes pérdidas en la cabaña porcina extremeña. Abandonó Phi29 y se dedicó a ese virus.

-La Hipatia de Alejandría de la última de Amenábar es una mujer volcada en la ciencia como si de una religión se tratara. ¿Ha vivido usted esa entrega radical?

-Conocía la historia porque doy una conferencia sobre «mujer y ciencia» y hablo de las mujeres en la ciencia de la antigüedad. Uno de los mitos de aquella época era Hipatia de Alejandría, una figura muy interesante. La película es muy espectacular, muy bien hecha. Pero ella no se casó, quería dedicarse exclusivamente a la ciencia. Yo he tenido una vida más o menos normal: me casé con 24 años, habitual en la época, y al año nos fuimos a Nueva York. Tuve a mi hija a los 37 años. Eso fue conciliable porque he tenido la suerte de tener la típica tata y no me preocupaba de las cosas de la casa, ni de la comida.

-¿Ahora cocina?

-Sólo cuando tengo un invitado especial. Siempre he pensado que es perder el tiempo.

-Los periódicos plagados de informaciones nada halagüeñas para la investigación en ciencias. Se había prometido un crecimiento del 16 por ciento, aparecen los recortes, el CSIC resulta perjudicado?

-Sí, para 2010 se prevé un recorte del 13,6 por ciento en I+D. Ayer (por el martes pasado) estuve con la ministra de Ciencia e Innovación y me ha comentado que el Consejo puede vivir el 2010 con este recorte, pero que no podría seguir para 2011. Me dijo que había luchado mucho para que el plan nacional, las becas, los contratos, no se recortasen y se han subido un poco. Seguro que ha conseguido el mínimo recorte posible para no afectar al desarrollo de la ciencia.

-¿En este laboratorio puede estar en peligro alguno de los proyectos?

-No, en este momento no. Yo tengo la suerte de que mi proyecto empezó en enero de 2009 y tengo tres años garantizados. Esperemos que cuando tenga que volver a pedir proyecto la crisis haya pasado. Que no haya recortes en el plan nacional como ha asegurado la Ministra que no los va a haber.