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Ese es el principio de una fructífera investigación que culminó hace unos meses, cuando sus autores decidieron que había llegado el momento de anunciar a la comunidad científica internacional que habían identificado por primera vez en humanos las ondas PGO, unas siglas que se corresponden con una complicada denominación (PontoGeniculOoccipital) que se refieren a la situación del órgano cerebral que emite las descargas eléctricas que constituyen «el material con el que se forjan los sueños».

La investigación que condujo a este descubrimiento ha quedado acotada entre los años 2003 y 2005. Fue a lo largo de ese tiempo cuando el equipo médico del HUCA se afanó en la búsqueda de las ondas PGO. No era un reto científico caprichoso, tenía una utilidad inmediata. En las operaciones de Parkinson los cirujanos insertan unos electrodos en el núcleo cerebral que controla el movimiento, que en estos enfermos no funciona adecuadamente. La efectividad de la intervención depende, entre otras cosas, de la precisión en su colocación y los médicos pensaron, con buen criterio, que las ondas PGO, que el cerebro emite cuando se produce un movimiento, les guiarían hasta el lugar exacto. Se trataba, en palabras de los médicos, «de determinar la diana con exactitud».

Había que identificar las PGO y el equipo médico se puso a ello con determinación. Fue la parte más metódica de la investigación: el paciente despierto en el quirófano, sin moverse, se imaginaba desarrollando una acción, concretamente que corría por una playa huyendo de un perro, los médicos monitorizaban su actividad cerebral: allí estaban las ondas que acompañan a las PGO. Ya dormido volvían a detectarlas en la fase REM, que se caracteriza por un movimiento rápido de los ojos y que es el momento en el que soñamos. Fue así como los médicos asturianos llegaron a la conclusión de que son esas ondas las que «forjan los sueños».

Esa expresión fue utilizada por primera vez por el profesor Mircea Steriade, durante sus trabajos en la Universidad Mc Gill, en Canadá. Es también la frase con la que el actor Humphrey Bogart, en el papel del detective Sam Spade, cierra la trama de «El halcón maltés». ¿De qué está hecho para despertar tanta codicia?, le pregunta su partenaire en la última escena, a lo que él responde «del material con el que se forjan los sueños». Esta es una cita cinematográfica a la que el equipo asturiano suele recurrir en sus presentaciones.

La gran contribución de los médicos del HUCA y del resto de científicos embarcados en esta investigación es haber detectado y caracterizado por primera vez las ondas PGO en el hombre y su relación con los movimientos imaginarios. Hasta ahora sólo se habían identificado en animales, gatos y ratones.

En 2006, los médicos asturianos presentaron su investigación en congresos y reuniones científicas, contrastaron sus conclusiones con los colegas, corrigieron errores, salvaron lagunas y dejaron correr otros dos años hasta hacer oficiales sus resultados, publicándolos en la revista «Sleep», en un artículo que se ha convertido en uno de los más leídos en la historia de esa revista científica.

En el largo proceso de observación y análisis para mejorar las terapias de los trastornos del movimiento, los médicos del HUCA han adquirido infinidad de conocimientos sobre el sueño. Aprendieron, por ejemplo, que cuando a un paciente depresivo se le priva del sueño REM durante cinco días consecutivos su estado mejora y la razón es que durante el sueño las obsesiones de la vigilia persisten pero si se impide que el enfermo llegue a la fase REM, en la que el cerebro produce los sueños, se liberará de su obsesión durante unas horas, descansará y se encontrará mejor.

Las observaciones de los médicos del HUCA son aplicables a diversos campos terapéuticos, más allá de la cirugía del Parkinson. Fernando Fernández-González habla de su utilidad en el tratamiento de las distonías, una enfermedad del sistema nervioso que causa movimientos involuntarios, contracciones y torsiones de los miembros. En el HUCA ya han sido operados pacientes con este problema y han tenido una buena evolución. Entre ellos hay una niña de 5 años, con una distonía gravísima, cuyas extremidades se contraían de tal manera que ni siquiera podía mantenerse en pie. La intervención no la ha curado pero ha mejorado muy notablemente su calidad de vida, según los médicos. También se ha aplicado a la cirugía de la esclerosis múltiple y a las cefaleas en racimos -dolor de cabeza insoportable que puede conducir al suicidio-. Ahora, hay en estudio varios enfermos obsesivo-compulsivos, a cargo del doctor Seijo, que también podrán beneficiarse de las terapias quirúrgicas. Los médicos aseguran que eso no tardará mucho en suceder.

Hablan también de la aplicación de sus conocimientos sobre la mecánica del sueño en la rehabilitación física y en la medicina deportiva, donde muchos fisioterapeutas ya la utilizan de forma intuitiva. Introduciendo algunos hábitos de sueño, las tareas de rehabilitación pueden continuar durante la noche porque, aunque los músculos no se activen, el trabajo neuronal es el mismo cuando nos movemos que cuando imaginamos que lo hacemos. Los ganadores sueñan que conseguirán sus triunfos y cómo lograrlo.

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Sería atrevido decir que para los médicos involucrados en esta investigación el sueño no tiene secretos, pero Fernando Fernández-González tiende a desmitificar esa fase de nuestra existencia. «Dormimos igual que vivimos. En el sueño somos lo mismo que en la vigilia», dice, y eso significa que un enfermo de Alzheimer mantendrá durante la noche su incapacidad para recordar y un demente tendrá sueños tan locos como sus desvaríos diurnos. «Los sueños son una sutil réplica de la vigilia con unas gotas de irrealidad».

Nos revelan el estado de salud de una persona. «En una depresión, el enfermo se despierta en mitad de la noche y no consigue conciliar el sueño. Un ansioso tardará en dormirse», comenta Fernández-González. Es más, el médico añade que aún dormidos seguimos siendo conscientes de nuestro entorno.

Es así como se explica que una madre se despierte inmediatamente al percibir un mínimo cambio en la respiración de su bebé y que, sin embargo, continúe plácidamente dormida a pesar de los molestos ladridos del perro del vecino o el estruendo del camión de la basura, o que seamos capaces de programar la hora a la que nos despertamos si pensamos en ello con insistencia. Inténtenlo. Si no lo consiguen, según el doctor Fernando Fernández-González, es que no tienen demasiado interés en llegar a su cita.

Sueño y vigilia, movimientos reales e imaginados, ritmos, frecuencias y ondas cerebrales? Esos son los materiales de trabajo y los objetos de investigación del equipo médico liderado por el neurofisiólogo Fernando Fernández-González. El proyecto, en el que figura como investigador principal el neuropsicólogo asturiano Julio Fernández-Mendoza, de la Universidad de Pensilvania, requiere un complejo entramado científico del que forman parte el neurocirujano funcional Fernando Seijo, la neurofisióloga clínica Beatriz Lozano, la neurorradióloga Elena Santamarta y la neuroanestesista Clara González, todos ellos del HUCA. Ellos trabajan en Asturias. Antonio Vela lo hace desde la Universidad Autónoma de Madrid, en la que es titular de Psicología Médica, y María José Ramos-Platón, en el departamento de Psicobiología de la Universidad Complutense. Aún hay más. Para sus investigaciones ha sido decisiva la colaboración de las encargadas de la biblioteca del HUCA, Herminia Arrazota y Marta Arias, que se han remontado décadas atrás en los archivos médicos en busca de referencias y textos, sin asistentes digitales y realizando minuciosas búsquedas manuales. El equipo se completa con tres enfermeras del centro sanitario asturiano -Ana Galindo, Carmen García y Esther de la Hoz-. Los neurólogos Carlos Salvador, Luis Guisasola y José Manuel Fernández, ya fallecidos, también participaron en este proyecto.

Todo ese pacífico ejército de los sueños emprendió sus avances en el año 2003, aunque comenzó a desplegar su estrategia en 1996. Ese año empezaron a realizarse en el entonces Hospital Central operaciones quirúrgicas en enfermos de Parkinson. El desarrollo de esa innovadora técnica fue posible, reconoce el doctor Fernández-González, gracias a la determinación de José Sanchís Moll, que por aquel entonces ocupaba la gerencia del Hospital, y al entusiasmo de Fernando Seijo. Ambos convirtieron el HUCA en un hospital pionero en la cirugía del Parkinson y en un centro de referencia nacional, y ése no es un título que se gane sin esfuerzo: significa que cada año se realizan, al menos, veinticinco intervenciones quirúrgicas a pacientes de Parkinson.

Y su búsqueda del conocimiento del cerebro humano a través de los sueños no se ha detenido. Sigue adelante, con la sombra del traslado al nuevo HUCA proyectándose sobre un equipo que defiende el trabajo multidisciplinar y la colaboración entre instituciones -con ellos trabajan investigadores de las universidades de Pensilvania, en Estados Unidos, y de la Autónoma y la Complutense de Madrid- como elementos fundamentales de su éxito. Ellos, dicen, son de la opinión de que «la investigación es un estado de ánimo».