Oviedo, P. R.

«Me siento totalmente herido, ¡siento tal abuso sobre mi persona! Si algo hice en Grandas fue dar nombre a mi pueblo y reunir un patrimonio para todos los asturianos. Y lo hice feliz, con la colaboración de vecinos y amigos. Me apoyó mucha gente, me sentía el ferreiro más grande del país, y ahora los que se dicen progresistas y gestores honestos me sacan por la puerta de atrás».

José Naveiras no ocultaba ayer su tristeza, tampoco las lágrimas. Está a punto de cumplir 68 años, tiene un contrato de alta dirección por el que recibe del Principado 1.440 euros mensuales. Estuvo varios años sin cobrar ningún sueldo mientras se ponía en marcha el museo y durante mucho tiempo su salario mensual fue de 378 euros. Admite cierta resistencia a la autoridad administrativa «porque ellos tampoco responden a mis requerimientos». «Sabía que tenía que jubilarme y a veces me apenaba, pero salgo con la cabeza bien alta. Decía mi padre, Benigno Naveiras, que "al veyo nun falta quien-ye dé patadas"».

Con «la cabeza muy alta y dando siempre la cara», José Naveiras entró ayer en la moderna sede de la Consejería de Cultura, en Oviedo, arropado por decenas de vecinos y acompañado por su abogado, Pablo Mijares. Cultura puso inicialmente pegas a que entrara en la reunión con el letrado, pero finalmente tuvo que ceder. Sentados tras una mesa estaban Mercedes Álvarez, consejera; José Luis Vega, director regional de Patrimonio; el secretario técnico, Pedro Isidro, y una funcionaria del servicio jurídico. Pepe el Ferreiro firmó el «recibí», pero no aceptó el contenido de la misiva.

«Después me dirigí a José Luis Vega, el único que conocía porque estuvo en Grandas en una ocasión y le pregunté si recordaba la conversación. Me respondió que sí y le dije: ¡qué lastima que las cosas no se hagan bien, como paisanos! No sé si con estas palabras, pero algo parecido», relataba a LA NUEVA ESPAÑA, todavía nervioso, tras abandonar las dependencias de la Consejería.

¿Qué pasará mañana? (por hoy). «Tengo que recoger muchas cosas mías que tengo en el museo: libros, piezas de mi padre... Llevo más de treinta y cinco años recogiendo piezas. No podemos destruir el museo, está por encima de Pepe. ¿Cómo puede pensar alguien que voy a atentar contra el? ¡Hay tanto trabajo en ese museo, tantas casas visitadas, entré en tantísimos desvanes con tanta confianza de los dueños. Hoy me emocioné viendo a muchos de ellos, eso es lo que debe importarme!», aseguraba.

«Lo siento, pero no tengo confianza en lo que suceda. Quieren colocar a alguien dócil. Se dice, además, que la intención es integrarlo en el plan de la cuenca del Navia. Temo que acabe convirtiéndose en un almacén de fondos», añadía.