Barcelona,

T. PERTIERRA / Agencias

Fue la edición de este año una de las más cálidas y emotivas que se recuerdan del premio «Planeta». Primero, por la calidad del gran triunfador, Eduardo Mendoza, sin duda uno de los nombres actuales que más prestigio pueden aportar al galardón. Y segundo, por la gran calidad humana tanto del vencedor como de la finalista.

En la intervención posterior al fallo, que LA NUEVA ESPAÑA adelantó el viernes en rigurosa exclusiva nacional, Carmen Amoraga, finalista con «El tiempo mientras tanto», se metió al público y los periodistas en el bolsillo al recordar a su abuelo, que iba a verla a todas las presentaciones de sus novelas con su garrote y su boina; un hombre que no sabía leer y que murió durante la gestación de la novela. Amoraga tuvo un conmovedor recuerdo para él, convencida de que hubiera sido el hombre más feliz del mundo si hubiera podido presenciar un momento así.

La misma Amoraga, que antes de iniciarse la rueda de prensa felicitaba a LA NUEVA ESPAÑA por la primicia y se mostraba nerviosa y emocionada, volvió a dar una muestra de elegancia y sencillez al dejar bien clara su admiración por Mendoza afirmando que después de lo que él pudiera decir, sus palabras sabrían siempre a poco.

Ambos ofrecieron una de las ruedas de prensa más largas, intensas e interesantes de la historia del «Planeta», con un Eduardo Mendoza lúcido, gracioso, entusiasta y dominador de la escena, que arrancó las risas a los periodistas en varias intervenciones. Por ejemplo, cuando le pidieron que dijera por qué los lectores debían leer su «Riña de gatos», sonrió y dijo: «Por favooooor», con un tono de súplica en clave de humor que arrancó sonrisas y aplausos.

Tuvo otro momento espléndido cuando explicó la emoción que le causaba ganar el premio. Al parecer, el fallecido José Manuel Lara, creador del imperio, le preguntaba cada año después de publicar «La verdad sobre el caso Savolta», por qué no se presentaba al premio. Y Mendoza siempre respondía lo mismo: «No tengo nada...». Hasta que un año, cansado ya de tanta negativa con la misma excusa, Lara le espetó con su inconfundible estilo directo: «Lo que no tienes es lo que hay que tener para presentarte al "Planeta"». Así que Mendoza ha saldado una cuenta pendiente. «Va por usted», dijo con voz trémula, emocionando a todos los presentes, y en especial a muchos miembros de la editorial que trabajaron con el inolvidable creador del grupo.

A Mendoza le cuesta hablar de su novela. «Siempre escribo libros para ver cómo acaban y no sé muy bien lo qué pasa con ellos», comentó. Se esforzó y llegó a la conclusión de que esta vez le ha salido «una novela de intrigas, aventuras, amores y tiros». Es, continuó, «una novela de las que me gusta leer y me gusta escribir», que transcurre en un par de semanas decisivas de la historia de España, «en las que se está fraguando algo sin que nadie sepa qué va a pasar. Como se decía antes, "se masca la tragedia"». La acción se desarrolla en 1936, en un «Madrid lleno de corrientes subterráneas», antes de la Guerra Civil, cuando «todo el país está en plena expectativa y hay conjuras y misterios».

Uno de los protagonistas de «Riña de gatos», desveló, es «un inglés despistado» que desembarca en Madrid para resolver un asunto. Allí se encuentra «un personaje fundamental para la historia de España», «un personaje muy mentado, pero poco estudiado», y serán los lectores, explicó Mendoza, quienes deberán adivinar la identidad de ese personaje misterioso.

Además de abordar los géneros del misterio y de la aventura, por estar situada en un momento histórico crucial se puede decir, admite, que «también es una novela política», si bien Mendoza dice haberse esforzado en no presentar la historia de una forma maniquea, y también le ha sido inevitable incluir algo de humor: «Incluso en las circunstancias más trágicas puede haber elementos divertidos». Para él es un ingrediente fundamental: «Lo tengo en los genes, no puedo evitarlo».