Oviedo, M. S. MARQUÉS

Defensa inexpugnable para la protección de Oviedo desde época romana, el castillo de Tudela se alza sobre el barrio de la Focara, en Olloniego (Oviedo), un paraje que domina buena parte de los accesos a la capital con el Aramo al fondo y el Padrún a tiro de piedra.

El que fuera testigo estratégico de la sucesión de hechos históricos que dieron a esta parte de la geografía asturiana la identidad que hoy exhibe es, en estos momentos, una ruina arqueológica que aún conserva restos del porte y la presencia que lo distinguió en otro tiempo. El volumen de sus estructuras permitía en la Edad Media reconocerlo desde puntos tan alejados como La Carisa, un emplazamiento con el que los historiadores no descartan que hubiera estado en conexión.

El castillo de Tudela, que debe su nombre a la función de tutela que ejercía como protector de la Corte de la monarquía asturiana, conserva hoy parte de lo que fue el triple torreón que lo coronaba, así como importantes restos de las estructuras que sirvieron de lugar de habitación para quienes en diferentes etapas fueron los señores de tan insigne lugar. La presencia de los muros que a pesar del abandono han conseguido mantenerse en pie exige sin embargo un ejercicio de buena voluntad por parte del visitante, que ha de hacer el esfuerzo de intuir sus restos bajo la abundante vegetación que los ha colonizado.

Lo más visible de esta fortaleza medieval, contra la que no pudieron los ejércitos pero sí la hiedra y el abandono de las administraciones, forma parte de uno de los tres torreones que enarboló en la Edad Media. Hoy es una especie de dedo de unos cinco metros de altura que apunta al cielo demostrando que aún es capaz de resistir los envites del tiempo y del olvido. Rebuscando entre la maleza que invade la parte más alta de la fortaleza se pueden comprobar las dimensiones y la potencia de sus muros, en su mayoría restos de los siglos XIV y XV hoy tapizados por el terreno. Alrededor de la construcción central todavía se conservan importantes vestigios de las tres murallas defensivas y otros tantos fosos con las que contó durante una buena parte de su historia.

Conocido en la historiografía asturiana por ser mencionado en la crónica de Sampiro como uno de los principales castillos construidos por Alfonso III, a finales del siglo IX, junto a los de Oviedo, Gozón, Alba, Gordón y Luna, entre otros, su historia está repleta de acontecimientos siempre relacionados con su asentamiento estratégico como defensa del Nalón y control del camino entre Oviedo y Castilla. Fue precisamente esa posición la que le hizo ser siempre codiciado por los distintos poderes feudales, el rey, la aristocracia regional y el Obispado ovetense. Cuenta Avelino Gutiérrez, profesor de Arqueología de la Universidad de Oviedo y buen conocedor de las fortalezas defensivas asturianas, que el castillo tuvo un momento importante entre los siglos XIII y XIV, cuando el Obispado de Oviedo lo tenía subarrendado a una familia de nobles que asaltaban a los mercaderes del camino del Padrún. «Un documento que se conserva en el archivo municipal recoge la queja de los mercaderes denunciando que cuando van hacia León les roban las pixotas y a la vuelta el dinero».

Monumento histórico-artístico desde 1965, los estudios indican que su construcción se realizó sobre las ruinas primitivas de un castro prerromano. Sería más tarde durante el reinado de Alfonso III cuando afrontó su mayor reestructuración antes de que Juan I ordenara su destrucción en el año 1383.

Historia

Levantada sobre un castro prerromano, la fortaleza de Tudela (Olloniego) está documentada desde el siglo IX. Fue uno de los principales castillos construidos por Alfonso III a finales del siglo IX.

Tuvo un protagonismo constante durante la Edad Media por su emplazamiento estratégico en el dominio del área central y el control del paso entre Asturias y Castilla.

Atalaya en el camino principal de Oviedo, fue el principal protector de la corte durante la etapa de la monarquía asturiana. De ese momento y de la tutela que ejerció de la capital se cree que viene el nombre de Tudela.

Testigo de numerosos episodios durante la Edad Media, fue mandado destruir por Juan I en 1383.